Una colaboración con Maria Antònia Oliver París, limpia de Andreu París, activista por la memoria histórica y presidenta de Memoria de Mallorca
Andreu París Martorell, de Inca, zapatero, último presidente del sindicato La Justícia y fundador y vicepresidente de la Agrupación Socialista de Inca. Sindicalista, luchador incansable por la justicia social y uno de los principales líderes obreros de Inca, fue detenido en julio de 1936 por milicias de la Falange, encerrado primero en la cárcel de Santo Domingo de Inca, trasladado después a Palma a la cárcel de Can Mir y posiblemente asesinado en Porreres en marzo de 1937. Tenía 40 años, estaba casado y era padre de dos hijos y tres menores de edad. Aún hoy sigue desaparecido.
Con él fueron asesinados su cuñado Bernat Mateu Ramis y sus compañeros Antonio Rubio Aragón, Ramón Rodríguez Quiroga, Rafael Llompart Reinés, Melchor Hernández Moll, y Antoni, Emili y Josep Sancho Forgés. Todos ellos fueron víctimas de una de las más graves violaciones de los derechos humanos, las desapariciones forzadas, es decir, aquellas perpetradas por agentes del Estado o por personas que actúan en su nombre y se niegan a reconocerlo, ocultando la suerte y el paradero de la víctima, dejándola fuera del alcance de la protección de la ley. Debemos tener en cuenta que no solo son víctimas las personas desaparecidas, sino que también lo son sus familiares: el grado de angustia e inseguridad que sufren está establecido como tortura por los tribunales internacionales y por los nacionales, son delitos imprescriptibles y son considerados crímenes contra la humanidad. La lucha contra el olvido y la reivindicación de sus nombres, de su identidad, es una constante para sus familiares.
–Nomía Andreu París, ¿te acordarás? —Me decía mi madre cuando yo era pequeña, en voz flojita, porque en aquellos tiempos las paredes oían. Y añadía: —Mi padre, tu padrino, era muy buen hombre, lo mataron en la guerra, aunque aquí no hubo guerra y él nunca había cogido un arma en las manos, nombra Andreu París, ¿te acordarás? —repetía. Estos son los primeros recuerdos que tengo sobre la historia de mi abuelo y sobre el tío Bernat del que también hablaba, los dos asesinatos y hechos desaparecer por los fascistas que llevaron a cabo el golpe de Estado contra la República.
Antonia París, mi madre, relataba los hechos que vivió de forma constante, siempre los mismos, los cuales fueron transcritos por su sobrina Catalina París en un precioso escribo titulado “A la memoria de mi padre” publicado en la revista Estel Negre en 2004. Con este relato Antonia nos regaló un preciado tesoro: nuestra memoria.
El texto completo se puede consultar en el apartado «Memorial de la Palabra» que puede encontrar en la web de la Dirección General de Memoria Democrática de la pasada legislatura (esta Dirección General ha sido eliminada por el actual gobierno, pero la web, de momento, todavía está). Así que hoy tengo el honor y creo que también la obligación de relatar lo que vivió en primera persona una hija de Andreu París. Ella no pudo hacerlo en vida, pero nos lo dejó escrito y yo hoy quiero ser su voz.
Solo leeré algunos fragmentos. Este se refiere al lugar donde estamos ahora mismo y dice así: «En Sant Domingo hay unos jardines en la entrada y una especie de patio. En la entrada de la cárcel había falangistas. Cuando llegabas te detenían, y te decían «¡Arriba España!», te hacían levantar la mano y contestar con su saludo. Al verme muerta de miedo me pedían: «¿Qué quieres?». Yo les decía «Llevo la comida a papá, Andrés París». Y ellos: «¿Y tú, sinvergüenza, hablas de ti a tu padre? ¡Eres una maleducada! ¡Hija de rojo tenías que ser…!» Me ponía a llorar, se reían de mí, nos trataban mal, no nos querían y yo lo notaba. «
En otro de los fragmentos, describe su padre así: «Mi padre era un hombre idealista, con principios de igualdad y justicia y tenía mucha personalidad. Era muy buen hombre, conocido en el pueblo. Republicano, muy valiente, con ideas socialistas . Llamaba la atención por su personalidad. Leía mucho y siempre le agradeceré que me inculcara el hábito de la lectura. Yo le quería muchísimo. Decía que era injusto que la gente humilde tuviera que trabajar tanto para que sus hijos pudieran estudiar, mientras otros lo tenían todo sin necesidad de esfuerzo… Me hablaba de las diferencias sociales y de cómo creía que podrían mejorar las cosas…».
Y de ese modo, relata su desaparición: «Era un día de invierno. Cuando llegué a la cárcel, en Can Mir, con la ropa limpia de papá y me presenté, el de la puerta ya me conocía y me dijo: «Chiquilla, ya no hace falta que vengas más. Hoy han soltado tu padre». Me fui corriendo muy contenta a casa de unos familiares para llamar a mi madre. Cuando me sintió seguramente ya vio qué había pasado y se puso a llorar… Yo no lo entendía y le decía «¿Qué te pasa? ¿No me sientes? ¡Le han soltado, le han liberado! ¿Por qué lloras…?». Me dijo que no me moviera, que venía enseguida, que cogía el tren, que le esperara… No sé el tiempo que esperé, allí, quieta, sin moverme, tal y como ella me había dicho. Empecé a pensar que era extraño que papá no me hubiera esperado para coger el tren juntos y volver a casa, pero me seguía repitiendo a mí misma «le han soltado…», hasta que mi madre llegó con mi hermana pequeña en brazos, vi sus ojos que miraban a los míos y sin decir nada empecé a llorar. Ese día fuimos a muchos sitios oficiales e íbamos preguntando… Nos miraban como si estuviéramos locas… Nos repetían que le habían liberado. Había falangistas y gente uniformada. Nos decían que se había ido, que quizás nos había abandonado, que no sabían nada. Mi madre repetía: «¿Dónde le habéis soltado? ¿Cuándo? ¿Qué habéis hecho con él? ¿Por qué a él? ¿Dónde está?» Y nadie nos contestaba… Todavía hoy nadie nos ha contestado .» ¿Cómo sobrevivieron y cómo lo afrontó su madre? Mi madrina Catalina Llompart, que tampoco conocí, esperó a morir después de criar a sus hijos. Murió de pena. Mi madre me decía: «No sé cómo mi madre pudo aguantar todo aquello. Era una mujer muy valiente, no quiso firmar un documento que decía que habían visto a su marido fallecido y que eximía a su hijo mayor de hacer el servicio militar. Por eso, según ellos, nosotros no éramos huérfanos, ni mi madre viuda, así que mi hermano tuvo que hacer el servicio militar y mi madre tuvo que prescindir de él, aunque seguramente lo necesitaba mucho.
Nos apuntó a un comedor que creo que era de la Sección Femenina y así podíamos comer. Muchas de mis amigas se habían hecho falangistas, llevaban uniformes de buena calidad y seguían yendo a la escuela; yo tuve que dejarlo y me sabía muy mal. A veces tenía envidia de estas amigas y, al mismo tiempo, rabia y vergüenza por estos sentimientos . Me puse a coser en casa una modista amiga de mi madre. A esa mujer le habían matado tres hijos junto a mi padre, los hermanos Sancho, uno de ellos solo tenía veinte años. También me ocupaba de la casa y de los tres hermanitos pequeños. Mi hermana Esperanza me ayudaba, pero solo tenía diez años y hacía lo que podía. Algo me sentía muy desbordada con los hermanos pequeños. Recuerdo que debía llevar a amamantar cada tres horas a mi hermana pequeña, Catalina, al trabajo de mi madre, ya veces no pensaba en ello; o tenía que hervir patatas y no me acordaba y me ponía a jugar con mis hermanos…; ella nunca me regañó por eso. Mi hermano mayor, Andrés, trabajaba al mismo tiempo que estudiaba. Mi madre trabajaba en una fábrica de tejidos durante todo el día, y al anochecer, después de cenar, cuando nosotros ya dormíamos, se ponía a coser zapatos. Recuerdo que iba a la despensa, cogía un puñado de manzanas, nos daba dos o tres a nosotros y ella se quedaba con las que tenían alguna carcoma. Y aun así se reía cuando mi hermano Juan, que tenía tres años y era muy gracioso, hacía alguna de las suyas.
Éramos “hijos de rojo, traidor y ateo”. Estos comentarios provocaban en mí sentimientos de rabia y el mismo tiempo de orgullo , porque sabía que mi padre era un buen hombre, que amaba muchísimo a su familia, un hombre con grandes principios que no se había doblado, que había resistido, y que por estos motivos le asesinaron. Por eso, cada vez que intentaban hacerme creer estas mentiras, yo me afianzaba más en la verdad; cada vez que intentaban hacerme olvidar, yo me acordaba más de las cosas… Consiguieron el efecto contrario al que pretendían durante la guerra, durante la dictadura y durante la democracia, y así será durante todos los años de mi vida.»
Un día de invierno de 1937 mi madre pedía y pedía, y nunca nadie contestó a sus preguntas; hacían como si mi abuelo nunca hubiera existido. Pero sí existió, y por eso quiero agradecer la oportunidad de poder expresarme y hacer público su nombre y su recuerdo: Andreu París Martorell, que estará siempre vivo en mí y en la memoria de mi familia. En nombre de todos nosotros, os agradezco la atención que nos ha hecho.
Esto es para vosotros, para Andreu, Antonia, Esperanza, Joan y Catalina, que ya no estáis, pero que os tenemos muy presentes. Y por nuestra querida madrina Catalina: gracias por criar a tus hijos, por aguantar la vida, incluso después de haberte hecho tanto daño, con tanta bondad, amor y honestidad.
Y gracias, madre mía, por resistirte al olvido. Lo siento, no hemos encontrado todavía a tu papá, nuestro padrino, pero yo sé que hoy está aquí. Y sé, después de investigar y conocer su pensamiento, donde podemos encontrarlo: Andreu París es, en el presente, el militante que encuentra una convocatoria de protesta por el genocidio en Gaza; es ese hombre que se manifiesta contra las políticas injustas dirigidas contra los migrantes o los refugiados; ese compañero que dice no al fascismo que ahora mismo quiere volver, que la democracia y los derechos humanos deben defenderse y que hay que actuar ante las injusticias.
Y sí, mamá, me acuerdo, nos acordamos, Inca se acuerda: Nomía Andreu París, y nunca lo olvidaremos.
EL PROCESO DE TRABAJO
El preludio del proyecto que hemos llevado a cabo en Inca con el ayuntamiento y con la asociación Memoria de Mallorca se remonta en julio de 2024, cuando el Ateneo Popular La Lavandera del barrio de Horta de Barcelona nos propone pintar la persiana del espacio —que había sido recientemente vandalizada con simbología nazi—, con el que pocos días antes se había dado la vergonzosa actuación del presidente del parlamento balear que había roto una fotografía suya. Después de que el artista Roc Blackblock pintas el mural y de compartirlo en redes sociales, entramos en contacto con la asociación Memoria de Mallorca, y después de poner en común las tareas y actividades de ambos colectivos, quedó patente la complicidad y afinidad en el trabajo de divulgación de la memoria histórica, y es así como enseguida pusimos sobre la mesa la posibilidad de llevar a cabo algún proyecto conjuntamente.
A partir de esa primera puesta en común empezamos con las gestiones para llevar a cabo este proyecto. Los primeros pasos fueron buscar paredes en las que llevar a cabo el mural, así como alianzas en el ente público para llevar a cabo este trabajo. Así acabó aterrizando la propuesta de acoger el proyecto del mural en la semana cultural de Inca tiene memoria. Si bien se valoró la posibilidad de trabajar el proyecto con calma y ejecutarlo en la edición del próximo año, consiguiendo así una superficie apropiada en la que trabajar, cuando apareció la posibilidad de llevar a cabo la intervención en una pared del instituto de Inca, nos acabamos decantando por llevar a cabo el proyecto, rápidamente este mismo año. Valoramos que no queríamos alargar la temporalidad y perder la motivación de todos los actores implicados en el proyecto y desaprovechar la oportunidad de trabajar codo con codo con la asociación Memoria de Mallorca. Lo primero que hicimos para preparar la elaboración del mural y los contenidos fue unas reuniones con Memoria de Mallorca para que nos ayudaran a poner contexto histórico y especialmente a seleccionar aquellos contenidos que era más necesario divulgar, y fue gracias a la asociación que conocimos toda la historia de Andreu París —militante socialista nacido en Inca, detenido y desaparecido en julio de 1936— que ha sido el hilo conductor de todo el mural. Siempre nos parece muy interesante partir de biografías concretas para explicar una experiencia que ha afectado a muchísima gente, porque en el ámbito comunicativo y pedagógico se convierte en un recurso útil para trasladar los contenidos de forma cercana y eficaz. Cuando fuimos conocedoras de toda la biografía de París, rápidamente consideramos que retrataba ejemplarmente la tragedia de las desapariciones forzadas del franquismo; y, por tanto, a partir de esta definición de contenidos empezamos a trabajar en el diseño.
La pared donde debíamos llevar a cabo el mural era muy horizontal: esto, si bien es un reto en cuanto a composición, se convertía en una muy buena oportunidad, ya que nos permitía secuenciar el contenido y no tener que limitarnos a una sola imagen para articular nuestro relato. Partiendo de esta idea, decidimos realizar una narración cronológica de la vida de Andreu París, empezando con las herramientas de zapatero —profesión de París— que caracterizan a este movimiento obrero y trabajador de Inca; y a continuación pusimos una serie de retratos familiares del matrimonio y de sus hijos, que a lo largo de los años son quienes han emprendido la labor de preservación y divulgación de la historia de su padre bajo la premisa de Verdad, Justicia y Reparación. Nos planteamos cómo queríamos transmitir este concepto de transmisión de la memoria, y después de valorar varias opciones —una cuerda, una cadena, unas manos pasando un testigo—, optamos por hacer un ejercicio poético y simbólico y dada la vinculación de Inca y del propio Andreu París con el mundo de los zapatos, quisimos representar gráficamente esta transmisión a través de los cosidos que hace un zapatero para ensamblar las diversas piezas del calzado. Así, todos los retratos del mural están cosidos a través de este patrón textil, reivindicando también el trabajo de las guardianas de la memoria , representadas con un pañuelo rojo que acaba de unir y suturar estas heridas, por su labor de lucha por la recuperación de la memoria. La última imagen es la de los zapatos que se encontraron en la fosa común de Porreres, donde se llevó a cabo la exhumación del cuerpo, y que nos parecía de nuevo una forma poética de cerrar este círculo, porque comienza con una referencia a la clase trabajadora de zapateros y termina justamente con los zapatos de uno de estos obreros, represaliado. De alguna forma, toda la narrativa del mural se centra en hablar de la importancia de conocer la verdad y recuperar la memoria, aunque sea un proceso doloroso, como lo es encontrar las últimas pertenencias de una persona asesinada por el franquismo en una fundición común. El mural, en definitiva, no busca hablar de finales felices, pero sí reivindicar que se haga justicia, conocer la verdad a pesar de que sea dura.
Ha sido un proyecto muy difícil en el ámbito técnico, porque el mural no tenía una superficie lisa, dado que es una pared de piedra arenisca, característica de la isla. Este tipo de roca es muy porosa —lo que pudimos resolver con una primera capa de imprimación—, pero además también es muy irregular y tiene muchos agujeros, y esto nos ha forzado a trabajar muy despacio, empleando pinceles muy pequeños para llegar bien a todas las superficies, así como dedicar muchas horas a cada retrato y detalle del mural para conseguir un resultado fidedigno alas fotografías. Esto nos ha forzado a hacer jornadas de más de doce horas y nos hemos dejado la piel para llegar a tiempo a la fecha de inauguración del mural, y si bien ha sido una lástima no contar con un soporte más adecuado que nos permitiera lucirnos más, estamos satisfechas con el resultado final y consideramos que, por encima de todo, lo que prevalece es haber podido volver a llevar la memoria histórica a las calles y especialmente hacerlo en un espacio tan frecuentado por jóvenes a diario. Hemos podido conocer también personalmente a todos los miembros de la asociación Memoria de Mallorca y el magnífico trabajo que realizan en la isla, y con el pretexto del mural y gracias a la colaboración del equipo docente del instituto de inca hemos podido presentar esta entidad y su labor a las estudiantes del centro. Ha sido, en definitiva, un proyecto muy completo y emotivo -y esperamos que no el último- en el que hemos podido poner nuestros pinceles a disposición de Memoria de Mallorca.