En 1939, en Chile gobierna el presidente Pedro Aguirre Cerda, al frente de una coalición de partidos de centro e izquierda, llamada Frente Popular. La derrota de la República española es un hecho. Se impone una emergencia, el auxilio a los previsiblemente represaliados por el nuevo régimen franquista.
Pablo Neruda es nombrado, con 37 años de edad, por el presidente Aguirre, cónsul especial para la Inmigración Española. Adscrito a la embajada chilena en París, dependía jerárquicamente del Ministerio de Exteriores. El Gobierno republicano había adquirido, en Francia, un barco: el Winnipeg. El Winnipeg había sido armado por la Compagnie Générale Transatlantique, en los astilleros de Dunkerque en 1918. Fue bautizado con el nombre de “Paquebot Jacques Cartier“. Casco de acero, tres puentes. 150,80 metros de eslora, un volumen de 14.264 metros cúbicos y 9.802,43 kilos de peso. En 1930, la compañía le cambió el nombre, por Winnipeg. Siete años después se vendió a la Société France-Navigation, una sociedad atada al Partido Comunista Francés. Durante la Guerra, de 1936 en 1939, prestó servicios a la República española, transgrediendo el acuerdo internacional de no intervención. Al final de la guerra fue utilizado en la evacuación de refugiados de Alicante, Cartagena y Valencia.
Neruda decide llenarlo de refugiados españoles con destino Chile, a pesar de las numerosas reticencias de su mismo Gobierno y de sectores sociales y políticos chilenos. Después de grandes polémicas, desmentidos, cancelaciones, órdenes y contraórdenes, el cónsul poeta consigue llenar el barco con más de 2.000 refugiados. El SERE (Servicio de Evacuación de los Refugiados Españoles) proponía la lista de viajeros seleccionados. Otras organizaciones participaron también en la confección de la lista, especialmente, la FOARE (Federación de Organizaciones de Ayuda a la República Española). El mismo Neruda se reservó cien plazas que escogió directamente él. El barco zarpó el 4 de agosto de 1939 del puerto de Pauillac.
(…) Los refugiados españoles son técnicos y harán un bien a mi patria. Las industrias los absorberán provechosamente. He tenido que apartarme de sentimentalismos y abordar el problema desde un punto de vista científico. Se ha prescindido absolutamente de intelectuales. Entrevista apócrifa de Picasso en Neruda, publicada en la revista Ercilla de Santiago, en julio de 1939.
Al tercer día de navegación, el barco pasó por las Azores, último punto europeo del viaje. Desde la salida los viajeros hicieron un gran esfuerzo de autoorganización. Las dificultades eran muchas; organizar turnos de comida en un barco que estaba preparado solo para 300 pasajeros, los sitios para dormir (cabinas, bodegas, la misma cubierta…), los servicios sanitarios, etc. Pero también una serie de acciones que hicieran más humana la estancia a bordo. . Algunes noies joves s’encarregaven d’activitats amb els nens, totes les persones que tenien coneixements sanitaris es van ocupar de la salut al vaixell i, fins i tot, es feien concerts, a càrrec de la jove Diana Pey, que era pianista. Inevitablement, la procedència geogràfica era un element que aglutinava els grups de relació, produint fenòmens curiosos com la creació d’un orfeó basc, per exemple.
La primera parada en América fue en la isla de Guadalupe, en el Caribe, después en la Martinica y, finalmente, llegó al canal de Panamá, donde las autoridades de Estados Unidos fumigaron el barco. La visión de las esclusas del canal fue toda una experiencia, pero a la vez empezaba la incertidumbre de cómo serían recibidos en su lugar de destino, Chile. A finales de agosto el primer paro en tierras chilenas, en la ciudad de Arica. Durante la travesía, iban llegando noticias de Europa. Especial impacto tuvo la noticia del pacto de no agresión entre Hitler y Stalin. Esta noticia provocó que se reavivaran las diferencias políticas también a bordo. La polémica fue muy grande, dividiendo a los refugiados en dos partes y se llegó a enfrentamientos incluso físicos.
El sábado 2 de septiembre, el Winnipeg estaba en Valparaíso, eran las nueve de la noche, las luces de la ciudad saludaban solidariamente a los exiliados. Dos nuevos viajeros estaban presentes: Agnes América Winnipeg, hija de Eloi Alonso y Pietat Bollada, nació delante del cabo de Finisterre. Andreu Martí, hijo de Eugeni Castells e Isabel Torelló, nació delante de las costas de Ecuador.
Los viajeros del Winnipeg no tardaron en participar en la vida de su nuevo país de acogida. Incidiendo en todos los sectores posibles: social, económico, cultural… Significaron una aportación de conocimientos y energía, de la que Chile se benefició durante las décadas siguientes. Sin voluntad de ser exhaustivos, recogemos algunos de estos ejemplos de refugiados que dejaron su huella.
Modest Parera Casas, (Martorell, 1910-Valparaíso, 2003). Librero en Santiago (librería Parera) y en Valparaíso (librería Sudamericana). Al segundo día de su llegada ya era empleado de la Municipalidad de Valparaíso. Fue un reconocido crítico literario, desde las páginas de El Mercurio. Escritor prolífico, fue galardonado con el Premio de Literatura de Valparaíso, en el año 1992. Fue presidente de la Asociación Chilena de Escritores.
Roser Bru (Barcelona, 1923). Pocos viajeros del Winnipeg representan los “frutos” de aquella épica como Roser Bru. Tenía dieciséis años cuando emprende el viaje, en compañía de sus padres. La familia Bru ya había conocido el exilio en París, durante la dictadura del general Primo de Rivera. Roser estudió Bellas Artes y grabado en Chile, y se significó como una de las artistas más importantes del siglo XX en Latinoamérica. Sus obras las encontramos en el Moma, en el Metropolitan y en el Brooklyn Museum en Nueva York, o en los museos más significativos de arte contemporáneo del mundo, entre ellos el MACBA. Posee las más altas condecoraciones de Chile y del Estado español (Medalla de las Bellas Artes, 2019). Durante toda su vida siempre ha mantenido viva la relación con sus orígenes en Cataluña. En sus últimas obras profundiza en los peores conflictos sociales: la injusticia, la tortura, el dolor de la guerra.
José Balmes (Montesquiu, 1927-Santiago de Chile, 2016). Hijo del último alcalde republicano de Montesquiu, Damià Balmes. Es el otro gran artista del viaje, junto con Bru. Su obra se desarrolla a lo largo del tiempo, influenciada por su militancia social y política en el Partido Comunista chileno. Colaborador gráfico de Pablo Neruda, puso en imágenes el “Canto General“ del poeta. Muy activo en el Gobierno de Salvador Allende. El golpe de Estado de 1973 le obligó a otro exilio, esta vez en Francia. Le han otorgado las más altas distinciones artísticas y ciudadanas chilenas. Murió a la edad de 89 años. La presidenta Bachellet decretó duelo nacional por su muerte.
Lluís Bru (Tivissa, 1894-Santiago de Chile, 1945). También el Winnipeg acogió en su viaje a políticos en activo. Lluís Bru, padre de Roser, era diputado en el Parlamento de Cataluña por ERC.
Diana Pey, la pianista del Winnipeg (Madrid, 1922-Miami, 1988). Hermana de Víctor y Raúl Pey, ingenieros que proyectaron, entre otras obres importantes, el Puerto de Arica. Diana desarrolla su carrera como concertista por toda Europa y América con un éxito notable. Los hermanos Pey son la fuente de inspiración de la última novela de Isabel Allende, Largo pétalo de mar.
Montserrat Julió (Mataró, 1929-Madrid, 2017). Se licenció en Arte Dramático en la Universidad de Santiago. Sus relaciones con intelectuales del exilio la convirtieron en una actriz de referencia, y llegó a lograr un gran prestigio en el teatro y cine chileno. Con su retorno a Cataluña, a finales de los años cincuenta, participó en una gran cantidad de películas y estrenos teatrales. Ya en época democrática, dirigió la recuperación de obras en catalán, especialmente de su autor mítico, Joan Oliver (Pere Quart), a quien había conocido en el exilio chileno.
Otros artistas presentes en el viaje fueron: Joan Arnot, tenor; Albor Maruenda, guitarrista; y la mujer que se convertiría en una gran actriz y directora, Montserrat Julió.
También, fruto del viaje, descendientes de los exiliados destacaron de manera especial. Como Ebe Bellange, pintora, que viajó en el vientre de su madre, embarazada en el Winnipeg. O Claudia Pasqual Grau, ministra del segundo Gobierno de Michelle Bachellet, nieta del Winnipeg. O la gran poeta Montserrat Abelló que se casó en Chile con Joan Bofill, viajero del barco.
Muchos sectores económicos se beneficiaron del empuje de los viajeros. La industria pesquera recibió el impulso de varias familias originarias de Tarragona que se instalaron en Valparaíso, San Antonio y Iquique. La manufactura de muebles. Todavía hoy perdura Muebles del Sur, fundada por Cristian Aguadé (hijo del alcalde Aguadé de Barcelona, ministro del Gobierno de Negrín), Claudio Tarragó (gran escultor) y Germán Rodríguez Arias (arquitecto impulsor de la Bauhaus en Chile, miembro del colectivo de arquitectos GATCPAC). El mundo editorial tuvo a Mauricio Amster, Joaquín Almendros, Jose Ricardo Morales… Se fundaron editoriales como La Cruz del Sur, un referente durante décadas de la creación y difusión literaria americana.
El Centro Catalán de Santiago ya existía cuando llegaron “los del Winnipeg“, pero la aportación de los exiliados significó un auténtico resurgimiento en sus actividades. De la mano de personajes como Pere Mir, bodeguero; los hermanos Sabaté, industriales del calzado; Joan Gratacós, comerciante en Santiago; los propietarios de la camisería Barcelona; Antoni Pí, fabricante de peletería… El Centro Catalán se convirtió, gracias a su dinamismo, en un foco de actividades musicales, teatrales, literarias, y en un punto de encuentro del exilio. El alma del Centro fue Domènec Guansé, su secretario. Otro ejemplo de la iniciativa de los exiliados es el Café Miraflores, ubicado en el 461 de la calle Miraflores de Santiago, y que fue el punto emblemático de encuentro. Creado por el escritor Pablo de la Fuente y diseñado por el arquitecto Rodríguez Arias. Tuvo su auge con la aportación, en la su gastronomía, de Salvador Morera (Sant Sadurní d’Anoia, 1920). Roser Bru nos describe el Café Miraflores como “un espacio de mesas cuadradas, alineadas delante de una bancada en la pared y con sillas que recordaban Ibiza. De fachada casi anónima y arquitectura de pared continua, en dos piezas y una planta“. El escenógrafo de la Xirgu, Santiago Ontañón y el artista Antonio Romera realizaron unas caricaturas de los clientes del café que decoraban las paredes. Estas caricaturas son un relato gráfico del exilio. Punto central de tertulias, añoranzas y conspiraciones, era fácil encontrar en sus mesas a Rafael Alberti, hablando con Neruda y León Felipe, o a Ferrater Mora en animada conversación con Xavier Benguerel y Joan Oliver.
Sin la épica que acumula el Winnipeg, pero con periplos igual de difíciles, los viajeros del Winnipeg tuvieron compañeros de exilio chileno en otras grandes figuras destacadas.
Por ejemplo, el llamado Grupo de Sabadell que integraba figuras de la cultura catalana como Joan Oliver (Pere Quart), Francesc Trabal, Domènec Guansé, Cèsar August Jordana, Xavier Benguerel o Ferrater Mora. Algunos de ellos llegaron en otras travesías, como la del Formosa, que llegó a Buenos Aires, en diciembre de 1939, o el Florida, también a Argentina. El Sinaia o el Ipanema, a México, o el Stanbrook, el último barco que salió con refugiados del puerto de Alicante.
Todos ellos, nombres sinónimos de salvación, pero también de exilio.
EL PROCESO DE TRABAJO
El año 2017, la plaza del barrio de la Sagrada Família de Barcelona, hasta aquel momento llamada plaza de la Hispanidad, cambia oficialmente el nombre a Plaza Pablo Neruda. Es por aquel entonces que el comité Allende, colectivo formado por personas de la comunidad chilena y catalana para homenajear y conmemorar el 50 aniversario de la muerte de Salvador Allende, empiezan a preparar diversas acciones y actividades para resignificar la plaza y difundir la figura y obra de Pablo Neruda. A partir de este proceso, entre 2018 y 2019, el artista Roc Blackblock recibe la propuesta de elaborar un mural en torno a Neruda y del Winnipeg. El proyecto comienza a madurar en ese momento, cuando la plaza apenas ha sido reformada y ajardinada. Se trata de una propuesta incipiente que tarda un tiempo en tomar forma —debido también a la irrupción de la pandemia en 2020— y que acaba concretándose con fuerza en 2021. Así pues, este proyecto comienza mucho antes de la creación de Murs de Bitàcola, pero que es recibido con entusiasmo por el artista y que nos alegra poder afirmar que se ha integrado perfectamente en la filosofía y objetivos de Murs de Bitàcola.
El proceso es largo y la ubicación del mural es de alta complejidad por las características de la plaza que, por un lado, es de difícil acceso con grúa y, por otro, se sitúa en un barrio con un paisaje urbano muy protegido, lo que exige trabajar la obra con el tacto y la sensibilidad necesarias para integrarla en su contexto. En medio del proceso de concepción del mural, en 2022, la iniciativa llega a las orejas del consulado chileno, que se interesa por el proyecto y propone que la obra sea ejecutada por un artista chileno: Mono González. El grupo motor y todos los actores implicados en el proyecto son conocedores de todo el trabajo que se ha hecho, todavía invisible, por parte de Murs de Bitàcola; y por eso se acaba proponiendo que la obra se haga a dos manos, por un artista chileno y un artista catalán. Esto no solamente es una forma de evitar el conflicto sobre quien debe llevar a cabo el mural, sino que todos los colectivos implicados están de acuerdo en que es una manera de enriquecer el proyecto, y de alguna manera este se convierte en sí mismo un ejemplo de la solidaridad entre el pueblo chileno y el pueblo catalán. Por nuestra parte, como admiradores de la obra y la trayectoria de González, en cuanto se menciona su nombre, acogemos con entusiasmo la propuesta y perseguimos esta idea de hacer el mural en coautoría, un camino que no ha estado tampoco exento de tropiezos.
En medio de todo este proceso, ocurren varios cambios. Uno de los más cruciales es que existe un cambio de ayuntamiento y, durante un buen tiempo, el Ayuntamiento de Barcelona queda en funciones hasta que se configura el nuevo gobierno. Dentro de este ámbito, y en el período entre el primer contacto para llevar a cabo la intervención y cuando finalmente se ejecuta, toma forma y se formaliza el plan de actuaciones y el protocolo sobre pinturas murales de medianeras en la ciudad de Barcelona. Así pues, gracias a la determinación del comité Allende y de toda la gente implicada en el proyecto, acabamos superando todos estos obstáculos.
Otro reto que debemos afrontar, este mucho más estimulante, es conseguir una simbiosis entre dos estilos artísticos tan distintos como son los del Mono González y el del Roc Blackblock, y hacerlo consiguiendo que quede una obra cohesionada donde los estilos se potencien y no se pisen entre sí. Con esto en mente, ambos artistas esbozan sus propuestas y es Roc quien, como conocedor de las características y necesidades del entorno, se encarga de unificarlas. En este sentido, existe un ejercicio de generosidad por parte de González, que acepta la sugerencia de rebajar su paleta cromática, que habitualmente está llena de colores saturados, para adaptarla al mural y conseguir así una paleta más armónica con el barrio del Eixample.
Así es como llegamos a la propuesta que ha acabado siendo definitiva: insertar la obra del Mono González en una maleta que hace de marco y de contenedor elaborada por el Roc Blackblock. Esta idea reincide en la metáfora de entender la maleta como un símbolo memorístico y, al mismo tiempo, una forma de representar al país de acogida y la esperanza hacia un futuro nuevo. Después de muchas pruebas, finalmente cerramos una propuesta definitiva en la que los dos artistas se sienten cómodos y satisfechos. Mono viene a Barcelona acompañado de Sebas, su hijo, y de Tono Cruz, un gran artista canario también vinculado a la ciudad de Barcelona que colabora también en el proyecto. Así, tenemos la gran suerte que nos encontramos, a pie de calle para empezar a llevar a cabo la intervención, cuatro artistas con muchas ganas de colaborar, conocernos y llevar a cabo esta obra.
La obra se ha llevado a cabo gracias a un sistema de plataformas colgantes, dado que era la única forma viable de acceder al muro, ya lo largo de la intervención nos vemos obligados a adaptar la composición del mural a los árboles que hay en la zona, dado que, desde que el proyecto estaba en una fase embrionaria hasta el momento de pintar, los árboles han ido creciendo y disminuyendo la visibilidad de la pared. El aumento de la vegetación, si bien nos parece fantástico y absolutamente imprescindible en una ciudad como Barcelona, nos obliga a buscar cómo podemos encajar la imagen para que se pueda ver desde ángulos con poca visibilidad. Dadas las características y las inclemencias del tiempo -nos ha tocado pintar durante diez días lluviosos- el desarrollo del proyecto ha sido fantástico. Aunque no quede reflejado en el muro, encontrarnos y compartir momentos y conversaciones con Mono González ha sido un privilegio que tenemos la suerte de llevarnos a la memoria aquellos que hemos formado parte del proyecto. Ha sido realmente fascinante conocer a una persona con más de 60 años de trayectoria como muralista, y especialmente con un compromiso político y una forma de trabajar como las suyas. Ha sido, en definitiva, un aprendizaje artístico, profesional y personal fabuloso que ha hecho que todos estos años trabajando en el proyecto hayan merecido la pena, y nos enorgullece pensar que el resultado de la obra así lo demuestra también.