Las hilanderas

L'Ametlla de Merola, Barcelona, 2021

Hiladoras, tejedoras, urdidores, anudadoras, rodillos, repasador, canilla, devanaderas … Y aún podríamos concretar más por qué casi se podría decir que detrás de la mayor parte de las máquinas había una mujer en un tiempo u otro de la larga historia de los más de ciento cincuenta años de historia de la Ametlla de Merola.
de l’Ametlla de Merola.

CONTEXTO HISTORICO

Una colaboración de: Rosa Serra Rotés

Máquinas de nombre femenino: la carda, la abridora, la mechera, la peinadora, la selfactina, la reunidora, y la sigue, que lo revolucionó todo. La hilatura fue durante muchos años un mundo en manos de mujeres y niñas; poco a poco entraron en el mundo del tejido, comandante telares sencillos, de
garrote o de espada, con maquinilla para tejidos muestreados, automáticos, con revólver, telares anchos para sábanas, telares de cajones para ropa de colores…

Máquinas procedentes de Gran Bretaña, Alemania, Suiza, con nombre míticos como Plato Brothers & Ltd., Obermaier, Rieter, Mertz, Escher Wyss & Cia, Socieéé Hidro-Mecaniques…, de la mano de importadores, y pronto fabricadas y mejoradas en nuestro país de la mano de Sociedad Anónima Sierra de Manlleu, Ferran Casablancas de Sabadell, la Metalúrgica Textil y la Maquinaria Industrial de Manresa, y Llançadores Ubach de Sallent, por ejemplo.

Y de este trabajo, junto con los de los hombres que hacían de director, mayordomos, contramaestres y encargados, de escribientes, paradores, bataneros, turbinas, fogoneros, cerrajeros, albañiles, electricistas, pero también de tejedores y otras especializaciones de la hilatura y del tejido.

Se fabricaron todo tipo de tejidos de algodón, conocidos con magníficos nombre comerciales: batistas, franelas, cretonas, guatas, drill, organza, Cotino, panas, gasas, otomanos, percal, piqués, popelinas, tarlatanas, lonas, muselinas, organzas, sarga, tules, colchas…

Técnicamente se conocían con otros nombres: tejidos Ullat – hilos de la urdimbre y los pases separadas-, tejido tapado – hilos de la urdimbre y los pases muy finos-, tejido listado – con rayas en dirección a la urdiumbre- tejidos muestreados – con pequeños dibujos- tejido labrado con dibujos de Jacquard, tejido de damas – con cuadros regulares- tan característico del mantel, tejido de baga o rizo de toalla… También, de vez en cuando, tejido cerrado, con defectos de trama.

En la Ametlla de Merola y en todas las fábricas del Alt Llobregat llegaba algodón desde el puerto de Barcelona, ​​primero con carros y la recua de mulas desde la estación de Manresa; con la puesta en marcha del Ferrocarril Económico de Manresa a Berga en 1881 se carga en la estación de Sallent primero y a partir de 1885 en el apeadero de Navàs. A partir de la década de 1920 llegaba directamente de Barcelona con los camiones de los transportistas de Navàs y Puig-reig. Un largo viaje para el algodón llegaba de Estados Unidos – de Nueva Orleans, Savannah, Charleston- en balas que pesaban unos 300 kilos; las balas de algodón de Brasil eran más pequeñas, de 180 a 200 kilos, como las de Egipto.

Y los tejidossalían de la Ametlla de Merola para hacer otro largo y complejo viaje. Una parte, el tejido liso, iba directamente a las fábricas especializadas en el blanqueo y en la estampación, para devolver después de estos proceso en los almacenes que la empresa tenía en Barcelona desde donde se distribuía, junto con los tejidos que no requerían los procesos anteriores, gracias al trabajo de los viajantes, para todassos anteriors, gràcies a la feina dels viatjants, per a totes les las tiendas de ropa, desde las más grandes de las capitales de provincia o de comarca hasta las pequeñas de los pueblos, principalmente de Cataluña y España.

Un camino de largo recorrido, que volvía a manos mayoritariamente de mujeres, tanto las que trabajaban los grandes talleres de confección de cortinajes y ropa decorativa por grandes centros, hoteles y edificios públicos, como de las modistas y la mayoría de mujeres que se hacían la ropa casa, gracias a otra máquina de nombre femenino, la máquina de coser.

En los talleres de las modistas,grandes, medianos y pequeños, se confeccionaban vestidos siguiendo los patrones y las modas que llegaban en formato de elegantes figurines, de revistas, de películas de cine, de los desfiles y colecciones de los grandes y las grandes modistas, pero también de la confección que llenaba de ropa los grandes almacenes, cada vez más extendidos y más populares. Mujeres y niñas fueron y son, mayoritariamente, las protagonistas, siempre anónimas, de las primeras y actuales empresas dedicadas a la confección de ropa, aquí y muy lejos de aquí.

Un hilo que se estira 150 años. Un patrimonio impresionante materializado en la colonia de La Ametlla de Merola, que cuenta una historia local que es también global, que está viva porque se fundamenta en una comunidad orgullosa y respetuosa con su pasado y su presente.

El mural de Roc Blackblock me emociona. Es un homenaje a las diferentes generaciones de mujeres que protagonizan esta historia local y global, la de las mujeres trabajadoras, y en la Ametlla de Merola.

Rosa Serra Rotés (Puig-reig, 1958) es licenciada en Geografía y Historia por la Universidad de Barcelona y con un Diploma de Estudios Avanzados (DEA) por la misma universidad. En lo referente a su actividad profesional, ha sido profesora de secundaria (1982-1998); directora del Museo de las Minas de Cercs (1999-2005); directora de una empresa de consultoría (2006-2010) y responsable de diferentes labores de gestión y coordinación en la Diputación de Barcelona (2011-2019). Ha publicado libros y artículos sobre historia de la comarca del Berguedà y sobre patrimonio industrial, especialmente sobre colonias industriales y sobre minería del carbón. Es miembro del «Àmbit de Recerques del Berguedà» desde su fundación y directora de la revista L’Erol desde el 2005.

EL PROCESO DE TRABAJO

El proceso de trabajo comenzó cuando la Asociación Cultural l’Esplai de la Ametlla de Merola se puso en contacto con Muros de Bitácora con el objetivo de desarrollar un proyecto mural que visibilizara las características del pueblo y de la comunidad, poniendo el foco en dos puntos significativos: las características singulares de la Ametlla de Merola como colonia industrial textil del Llobregat; así como la actividad cultural, con una trayectoria e historia larga y definitoria en el pueblo (gigantes, cabezudos, pastorcillos, teatro …).

En una primera visita al pueblo, Muros de Bitácora tuvo la posibilidad de acceder al archivo fotográfico de esta entidad, el espacio a intervenir y atender las explicaciones y detalles que el vecindario compartía. Pasear por las calles de la colonia textil, visitar el pueblo inalterado en el tiempo nos llevó a consultar el archivo, todo un privilegio. El fondo fotográfico permitió pasar toda una mañana navegando por imágenes del economato, las monedas y bonos de consumo de los trabajadores, los talleres y las máquinas… A pesar del gran valor histórico de las imágenes, eran fotografías de carácter muy documental donde no quedaba reflejada la parte social y humana del pueblo.

Tanto las conversaciones con la comunidad como el material fotográfico nos ayudaron a visualizar el pasado de la Ametlla de Merola y permitió desarrollar el diseño del mural. Muros de Bitácora presentó tres propuestas a la Asociación, cada una con varios puntos de interés, para que fuera la comunidad quien escogiera la propuesta definitiva. En el diseño escogido por el vecindario, no solo el protagonismo recaía sobre la comunidad y reflejaba la memoria del pueblo, sino que también visibilizaba el papel de la mujer en la industria textil y, por tanto, en la Ametlla de Merola.

La ejecución de la obra resultó muy grata, el mural tuvo muy buena acogida a toda la comunidad y se convirtió en todo un acontecimiento en el pueblo, algunos vecinos siguieron con atención todo el proceso de elaboración durante los tres días que duró. Gracias a ello también pudimos saber más sobre las mujeres retratadas en la fotografía, que aún viven en el pueblo. Tal como nos contó una vecina, las protagonistas de la imagen representada son Teresina (la primera de la izquierda); Carmen (la segunda), que era de Navàs y durante la semana se alojaba en «La Casa de les Noies» (La casa de las chicas), que la empresa textil ponía en disposición para hasta 150 chicas que trabajaban en el pueblo y durante el fin de semana volvían a sus casas, en pueblos y masías cercanas. La tercera mujer también se llamaba Carmen; y la última, de la que no hemos averiguado el nombre, era de Can Aguilar. La fotografía es de los años cincuenta.

El mural «Las hilanderas» ha quedado integrado en la Ametlla de Merola, un elemento más que permite tener presente el pasado.

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