Alas negras sobre Tortosa

Tortosa, 2021
CONTEXTO HISTÓRICO

Un artículo de Andreu Caralt Giménez y Maite Hernández Sahagún, Terra Enllà, estudis i experiències

Tortosa fue masivamente bombardeada a lo largo de la Guerra Civil española, entre 1937 y 1938, en más de ochenta ocasiones. La existencia de tres puentes sobre el río Ebro, sobre todo los llamados del Estado y el del tren, que unían infraestructuras entre Barcelona y Valencia, fueron los principales pero no objetivos militares de las aviaciones del bando franquista. A ojos de los rebeldes, la capital ebrenca disponía de otros blancos: la estación ferroviaria, industrias de guerra como los talleres Sales, edificios oficiales e, incluso, una gasolinera. La fascista Aviazione Legionaria italiana, con sede en Mallorca, fue la responsable de la gran mayoría de ataques sobre la capital de las Tierras del Ebro, seguida de los hidroaviones bombarderos He-59 de la Legión Cóndor alemana.

El primer ataque aéreo se produjo la tarde del 23 de febrero de 1937, un sobresalto sin víctimas mortales. Sin embargo, un mes más tarde, el 22 de marzo, un segundo raid aéreo provoco la primera matanza: once víctimas mortales entre mujeres y niños. La agresión aceleró la construcción de refugios antiaéreos a lo largo del núcleo urbano para proteger la población —uno de ellos donde se ha pintado el mural— pero el persistente miedo a nuevos bombardeos provocó que una parte de los habitantes buscase protección fuera de la ciudad, sobre todo por las noches, momento del día en que, inicialmente, los ataques aéreos eran más habituales.

 Con todo, el latido de la ciudad se mantuvo bien vivo el primer año de ofensiva aérea. El día a día de los ciudadanos se abría paso en un entorno de guerra cada vez más presente, des de mítines políticos y actos en pro de los combatientes a la atención creciente de centenares de refugiados de guerra que llegaban a la estación de tren; del acantonamiento en la zona de unidades militares republicanas a la oferta espléndida de los cines y actividades de ocio para ofrecer momentos de evasión a la población; de la escasez creciente de alimentos a la puesta en marcha de transformaciones sociales inéditas impulsadas por las organizaciones antifascistas.

La intensidad de la amenaza aérea se elevaría sustancialmente la primavera de 1938. El día 9 de marzo, el bando franquista iniciaba una gran operación militar, la ofensiva de Aragón, con el objetivo de conquistar todo el margen derecho del río Ebro hasta el mar mediterráneo. Tortosa, núcleo defensivo del ejército republicano, recibió sistemáticos ataques aéreos con la misión de destruir sus puentes y cortar la retirada republicana. La cifra de muertos creció esos días de manera exponencial.

El 15 de abril, la infantería fascista llegaba a Vinaròs y la aviación legionaria conseguía inutilizar el puente de l’Estat. Era Viernes Santo, Viernes Negro, Viernes de Sangre. Más de una decena de ataques de mañana a tarde abocaron más de 50.000 kilos de bombas sobre Tortosa. Corresponsales de guerra extrangeros comoErnest Hemingway o Vincent Sheean, trasladados a este frente de guerra, escribieron cronicas para los medios de prensa escrita internacionales. El compañero de profesión y amigo de Hemingway, Herbert Matthews, relató en una crónica para el New York Times la destrucción causada en la ciudad:

“Las evidencias de los bombardeos son espantosas de ver. Por su frescura, dieron una nueva y nociva vida a esta ciudad muerta: cráteres de bombas, montañas de escombros que habían sido casas, árboles destrozados con sus primaverales hojas frescas, nuevos restos de automóviles, polvo y humo (…). Tras un último recorrido escalofriante por el infierno en esta ciudad, el escenario se aclaraba. En un punto, un camión de gasolina había sido destruido y quemaba ferozmente a la derecha del centro de la calle. Tuvimos que pasar por el lado, sosteniendo nuestra respiración durante uno o dos segundos”

Tres días después, el lunes 18 de abril, dinamiteros republicanos tumbaban los puentes sobre la ciudad para evitar el avance enemigo des del margen derecho del río, donde se encontraban, hasta el margen izquierdo del Ebro, área en que se erige el grosor de la ciudad de Tortosa. La llegada del frente de guerra a la ciudad provocó la evacuación total y definitiva de los civiles.

A partir de entonces, y durante nueve meses, miles de tortosinos evacuados a ambos lados del río tuvieron que subsistir de las montañas y campos de conreo del entorno, en unas condiciones pésimas de alimentación y salubridad, rodeados de las unidades militares desplegadas por cada uno de los ejércitos. La zona republicana fue ocupada, en primera instancia, por voluntarios internacionales: la brigada italiana Garibaldi y la franco-belga la Marsellesa. En el margen contrario, unidades fascistas ítalo-españolas hacían lo mismo. Cada ejército hostigaba el enemigo con monótonos bombardeos de artillería que, de rebote, minaban la trama urbana de la ciudad.

Durante la segunda mitad de 1938, mientras los tortosinos malvivían lejos de su ciudad, la victoria del bando fascista se afianzó. La cruda batalla del Ebro, con epicentro más al norte, causo decenas de miles de muertes. Fue el prólogo de la conquista definitiva de Cataluña por parte de los militares sublevados. La gran operación se inició el 23 de diciembre de 1938 en el Segre. Pocas semanas después, el 13 de enero de 1939, los soldados cruzaban en barcas por Tortosa y se apoderaban del grueso del núcleo urbano. La ciudad estaba exhausta. Los daños fueron masivos, más de 3400 viviendas fueron afectados, de los cuales más de 1200 habían sido destruidos. La reconstrucción de la ciudad se alargaría alrededor de veinte años. 

Terra Enllà es una empresa ebrenca de servicios de memoria histórica y agencia de viajes especializada en la batalla del Ebro, la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. En el caso de Tortosa, fue la primera empresa en ofrecer guiajes de la Guerra Civil, el año 2014. Cuatro años más tarde, produjo con Bluverd comunicació el documental ‘A les fosques. La memòria de la Tortosa bombardejada’, premiado por el Colegio de Periodistas de Cataluña y el Festival Internacional de Cine en Catalán Costa Dorada FIC-CAT. Terra Enllà ofrece tres rutas regulares sobre la Guerra Civil en la ciudad, una de ellas dedicada exclusivamente al refugio antiaéreo número 4.

Comisaría de Vía Layetana, Impunidad o Memoria.

“para que la historia no se repita, hay que recordar la impunidad, que premia al delito, estimula al delincuente. Y cuando el delincuente es el Estado, que viola, roba, tortura y mata sin rendir cuentas a nadie, se emite desde el poder una luz verde que autoriza a la sociedad entera a violar, robar, torturar y matar”. Eduardo Galeano

Si las paredes hablasen… Si escucháramos lo que los muros de la Comisaría de Vía Layetana nos pudiesen contar, tendríamos una fuerte disociación entre el relato de los hechos que allí han sucedido y lo que se nos explica de manera oficial.

El incontable número de personas, algunas conocidas, muchas anónimas, que sufrieron torturas y toda clase de maltratos en la Comisaría de Vía Layetana, quedan condenadas al olvido, a la invisibilidad, primero por la impunidad con la que el régimen amparaba su vertiente más cruel, después por la falta de reconocimiento y reparación de estos episodios por parte de las administraciones en una especie de indulto y ley de silencio, tácito, pero firme (mientras no se demuestre lo contrario).

Consideramos que la mejor manera de encarar el caso de la Comisaría de Vía Layetana era contribuyendo a la restauración de la memoria de las víctimas, dando voz a las silenciadas, exorcizando así estas prácticas y colaborando para darles un cierre. Es una herida que no podrá cicatrizar mientras no se hagan acciones y cuidados restaurativos en todos los ámbitos. Y este es un deber que tenemos como comunidad, como ciudad, como país.

En esta intervención, aprovechando el formato de díptico, hemos querido confrontar la impunidad y la memoria. Por un lado, la impunidad y su impacto sobre las víctimas directas, pero también sobre toda la sociedad. Por otro lado, la memoria, como acto de denuncia, justicia y reparación.

Los relatos de dolor y sufrimiento, pero también de lucha y resistencia ante la dictadura son muchos y diversos. Hemos escogido uno, una de las caras, uno de los muchos nombres: el de Tomasa Cuevas (aunque podría haber sido cualquier otra), para representar en un lado de la obra a todos los que sufrieron horas de horror en las dependencias de la Jefatura.

Las personas detenidas que sufrieron torturas fueron deshumanizadas por estas prácticas inadmisibles, y así hemos querido representarlo en el otro lado de la intervención mural. Consideramos que mientras no salgan a la luz las prácticas de tortura, abuso de poder y vulneración de los derechos humanos de la Comisaría de Vía Layetana, ocultadas y descafeinadas en el relato oficial, estaremos encubriéndolas y validándolas. Se nos estará negando el derecho a la verdad a toda la sociedad.

En esta lucha no hay término medio, es necesario hacer justicia a la memoria, es necesario recordar y reivindicar quiénes pusieron sus cuerpos para luchar contra el franquismo, es necesario exigir a las administraciones que se haga real y efectivo el reconocimiento, la reparación y la garantía de no repetición de la impunidad vivida en el corazón de Barcelona.

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