Nou Barris es y ha sido desde hace más de cincuenta años un núcleo de resistencia vecinal, de lucha por la dignidad de sus habitantes y de organización para conseguir derechos tan básicos como la vivienda, la salud, la educación, el transporte o el alcantarillado. Estas reivindicaciones se han ido alcanzando gracias a largas y duras luchas, que no han cesado y prosiguen con el objetivo de seguir mejorando la vida comunitaria de estos barrios de la periferia norte de Barcelona.
CONTEXTO HISTÓRICO
Una colaboración de: Joan Roger Gonce
La historia del movimiento asociativo y luchas vecinales en Nou Barris está estrechamente ligada a la propia existencia de sus barrios, desde la construcción de los primeros núcleos de viviendas obreras en los años veinte en los barrios de La Prosperidad, Les Roquetes, Verdum, Charlot o Can Peguera. Las diferentes promociones inmobiliarias que dibujaron su primer paisaje urbano formado por casas de una sola planta habitadas por los y las inmigrantes llegadas de todo el Estado español para trabajar en las obras de la Exposición Internacional de 1929 y la construcción del metro de Barcelona- fueron acompañadas de fuertes reivindicaciones para conseguir mejoras sociales y urbanísticas y también de la creación de las primeras entidades vecinales, lúdicas, culturales y deportivas.
Ya en la década de 1930, el carácter obrero de aquella todavía poco poblada zona norte de Barcelona, que entonces aún pertenecía al distrito de San Andrés, propició que el barrio de casas baratas de Can Peguera se convirtiera en el principal núcleo, junto con el barrio Torrassa de Hospitalet de Llobregat, de lucha anarcosindicalistay militancia en la CNT de Cataluña.. Del numeroso grupo de militantes anarcosindicalistas del barrio, muchos de los cuales se reunían en la bodega Munich, surgieron los órganos de difusión ‘Solidaridad Obrera’ y ‘Tierra y Libertad’, diarios de referencia de la CNT y la FAI respectivamente Terminada la Guerra Civil y con el inicio de la dictadura, la vida asociativa y las luchas vecinales desapareció casi por completo debido a la fuerte represión y persecución a la que fueron sometidas todas aquellas personas vinculadas al espíritu reivindicativo, político y cultural de las diferentes barriadas de la actual distrito de Nou Barris.
No fue hasta la década de 1960, con con la llegada masiva de nuevas familias de obreros y obreras de las zonas meridionales del Estado que huían de la represión, el hambre y la miseria, que volvieron a reactivarse estas luchas y también la necesidad de crear redes de apoyo mutuo con el objetivo de conseguir una vida digna para estas familias. Las nuevas reivindicaciones llegaron como respuesta a las precarias condiciones con que se encontraron las recién llegadas. Los habitantes de Nou Barris -que había pasado de tener 30.000 habitantes en 1950 a tener más de 110.000 a principios de 1960 y continuar creciendo hasta superar los 200.000 la década de 1970- tuvieron que hacer frente al déficit de vivienda malviviendo en chabolas y casas de autoconstrucción o cohabitando con otros núcleos familiares. Fue también en ese periodo que se llevaron a cabo las primeras promociones de vivienda pública de laObra Sindical del Hogar. Estas promociones, que transformaron los barrios con la construcción de grandes edificios, estaban formadas por pisos diminutos que se encontraban lejos de garantizar un hogar digno a sus nuevos inquilinos o propietarios.
Además de las pésimas condiciones de las viviendas, los y las vecinas de Nou Barris vieron como la masificación y grandes construcciones especulativasque transformaron definitivamente los barrios no fueron en ningún caso acompañadas de planificaciones urbanísticas ni de proyectos de dignificación de su entorno. La mayoría de barrios no tenían equipamientos, servicios, plazas ni zonas verdes o de recreo -más allá de los solares donde se acumulaba la basura y proliferaban las ratas-. Fue la necesidad de dignificar estos barrios abandonados por la administración municipal franquista lo que motivó vecinos y vecinas a autoorganizarse y forjar los cimientos de los movimientos y luchas vecinales que se desarrollarían durante toda la década de 1970, en que las mujeres tuvieron un protagonismo muy destacado. Estas luchas acontecieron punta de lanza en la lucha por la dignificación de su entorno urbano y también de denuncia de la especulación inmobiliaria y de la mala gestión de los últimos ayuntamientos del régimen y también de los primeros ayuntamientos democráticos.
Las primeras luchas vecinales de aquellos años sesenta estuvieron marcadas por la iniciativa de los y las mismas vecinas que decidieron llegar allí donde la administración pública no mostraba ningún interés. Fue así como el verano de 1964 los habitantes del barrio de Les Roquetes, que no contaba ni siquiera con un sistema de alcantarillado, convirtiendo sus calles empinadas y sin asfaltar en arroyos por donde bajaban desechos y excrementos, pasaron a la acción para acabar con esta carencia básica. Se organizaron para dotar al barrio de un sistema de alcantarillado y posteriormente de agua corriente, en la iniciativa conocida como Urbanizar en Domingo. Este episodio, uno de los más conocidos de lucha por la dignificación del entorno urbano, dejó imágenes icónicas como la de los niños del barrio cargando grandes tuberías calle arriba y representó el primero de muchos otros episodios de luchas en el distrito. Los tomaron el relevo los y las vecinas que tuvieron que terminar malviviendo en las barracas del solar al plan de Santa Engracia, en el barrio de la Prosperidad, víctimas de la estafa inmobiliaria y que batallaron para conseguir un hogar digno durante casi veinte años -desde 1964 hasta el realojamiento de la última familia en 1984-.
Los años setenta habían comenzado marcados por la eclosión de las diversas asociaciones de vecinos que protagonizaron los diferentes ciclos de lucha y reivindicación que caracterizaron toda la década. Centenares de manifestaciones, cortes de calles, y otras acciones vistosas como el secuestro de autobuses -el icónico secuestro del bus 47 que los vecinos hicieron subir hasta arriba de Torre Baró-, centrarían las actuaciones para pedir equipamientos sanitarios, deportivos, educativos y culturales, zonas verdes y plazas, reparaciones de viviendas, mejores comunicaciones con transporte público, urbanización de las calles, la erradicación de los focos de chabolismo y la construcción de infraestructuras básicas. También se luchó contra la imposición de macro-infraestructuras que el Ayuntamiento vendía como avance para el conjunto de la ciudad, pero que perjudicaban unos barrios que continuaban siendo víctimas de la marginación y el abandono sistemático por parte de la administración.. Así nació la batalla vecinal en la Guineueta Vella contra la construcción del Segundo Cinturón y para reclamar la construcción de viviendas de lo que acabaría siendo el nuevo barrio de Canyelles. También ligada con la pugna contra el Segundo Cinturón se erigió la lucha contra la planta asfáltica instalada en unos terrenos forestales entre Roquetes y Trinitat Nova que debía abastecer la construcción de este eje viario.
El 9 de enero de 1977 cientos de vecinas de estos barrios decidieron ocupar el edificio e iniciar el desmantelamiento. Se derribaron las dos chimeneas e inutilizó su red eléctrica, los depósitos y los motores y cintas de transporte, forzando al Ayuntamiento a terminar el trabajo y vaciar un edificio que iba a ser el futuro Ateneo Popular de Nou Barris. Este ateneo se convirtió en un símbolo del triunfo vecinal, uniendo la lucha contra la contaminación que generaba esta instalación y la construcción del Segundo Cinturón con una vieja reivindicación de un espacio social y cultural para los y las vecinas de Nou Barris. En paralelo a estas reivindicaciones también surgieron iniciativas para dar vuelo a las inquietudes de los habitantes del distrito. La creación de escuelas para adultos como la Escuela Freire y la iniciativa de clases de apoyo escolar o la promoción de fiestas mayores, bibliotecas populares, cinefórums y grupos excursionistas, de teatro o música contribuyeron a enriquecer la vida social y cultural de los barrios y de sus vecinos y vecinas.
La eclosión de estos movimientos vecinales, manifestaciones, acciones e iniciativas, nacidos como consecuencia y reacción de las duras condiciones y el abandono y marginación al que les habían abocado las diferentes administraciones municipales, continuó con la llegada de los ayuntamientos democráticos, intensificándose a partir de la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992. Estas viejas y nuevas luchas han llegado hasta nuestros días, cincuenta años después, con la reivindicación de mejoras para los barrios y demanda de unos equipamientos culturales, educativos, deportivos y sanitarios encaminadas a seguir mejorando la calidad de vida colectiva de sus barrios y que resultan todavía insuficientes a pesar de los avances conseguidos gracias a la lucha vecinal.
Joan Roger Gonce (Gerona, 1984) está graduado en Historia por la Universidad de Barcelona (UB) i Máster en Historia Contemporánea por la misma universidad. Desde septiembre de 2019 está realizando los estudios de Doctorado en la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) con la tesis “La revolución del entorno cotidiano obrero y popular en el distrito de Nou Barris de Barcelona a través del estudio del Padrón Municipal de Habitantes, 1940-1970”. Es autor de varios artículos, estudios y conferencias sobre los movimientos sociales y políticos catalanes y españoles durante los últimos años del franquismo y la Transición.
Crónica gráfica de un Nou Barris en lucha
Entrevista a Kim Manresa, fotógrafo.
Una colaboración de: Marc Iglesias, periodista.
La mirada social –marcada por el barrio y la realidad que le tocó vivir– y la mirada antropológica –fruto de un interés por conocer la diversidad cultural del mundo que lo ha acompañado desde niño– son los dos ejes de la extensa obra del fotógrafo Kim Manresa. Hijo de Nou Barris, ha viajado por medio mundo haciendo reportajes y ha recibido numerosos premios y reconocimientos nacionales e internacionales. A lo largo de su trayectoria, Manresa ha protagonizado una cincuentena de exposiciones individuales y ha publicado una treintena de libros.
A principios de los años setenta, cuando los fotógrafos de los diarios raramente pisaban la periferia de Barcelona, un joven Kim Manresa se convirtió en el cronista gráfico de unos barrios menospreciados que se alzaron en lucha permanente para dignificar sus vidas.
Jo soy de Nou Barris. Nací en Vilapicina, pero cuando tenía trece años mi familia se mudó a Prosperitat, muy cerca de las barracas de Santa Engracia, la actual plaza Ángel Pestaña. Fue más o menos en esa época cuando mis padres me regalaron mi primera cámara. Era de plástico, muy sencilla, de esas con un flash cuadrado que cuando clicabas hacia puff. Con esa cámara empecé.
¿Y qué fotos hacías?
En Vilapicina había las balsas -que hoy son un centro cívico- que servían para regar los campos de cultivo que era donde ahora pasa el paseo de Fabra y Puig. Allí íbamos a bañarnos y a jugar con mis compañeros del Colegio Nacional Madrid y allí hice algunas demis primeras fotos.
¿Hablamos de la primera mitad de los años setenta, no? Era un tiempo de creciente efervescencia política y social…
Sí. Sí. Yo no era del todo consciente de la realidad política del momento, pero, como adolescente que era, me hacía muchas preguntas. Recuerdo preguntarle a mi padre porque la policía a caballo pegaba a gente que no hacía nada malo… Él me contaba, de manera que lo pudiese entender, las carencias que sufríamos y las demandas que hacia la clase trabajadora. También me hablaba de la falta de hospitales en el barrio, de la persecución del catalán…
¿Cómo empezó tu carrera de fotoperiodista?
Un día fuimos a una manifestación en el Turó de la Peira. La cosa acabó con cargas policiales y yo hice algunas fotos.. Después de esto fue cuando conocí a Huertas Claveria. Me lo presentaron la activista vecinal Maruja Ruíz y Andrés Naya, mi protector cuando yo era pequeño. Huertas estaba haciendo un libro sobre los barrios de Barcelona y me compró las imágenes. Con ese dinero conseguí una camara nueva que era un poquito mejor. A partir de ese momento, cada dia iba a hacer fotos al salir de la escuela.
¡Eras muy joven!
Ya lo creo que sí. Yo empecé a vivir de la fotografía a los catorce. Al principio, llevaba las fotos a revelar a un laboratorio de la calle Cadí, una casa de fotos normal, de las que había entonces. Llevé dos o tres carretes hasta que el de la tienda me pidió que no lo hiciera más porque había mucha policía social. El hombre tenía miedo. Pensaba que si la policía veía las fotos de las manifestaciones, le podían cerrar el negocio. Entonces le propuse a mi padre de montar un laboratorio en el piso de la calle Cadí. Le dije que yo me encargaría de pagar el alquiler y los gastos con el dinero que sacaba de las fotos Los de casa me dijeron que sí pensando que al cabo de una semana me iría con ellos a Prosperidad. Cuando ya había pasado un mes mi padre me preguntó: «¿Qué? Que no vienes a casa con nosotros?». Y yo le contesté: «Tú me dijiste que si podía pagar el alquiler, la comida y me lavaba la ropa me podría quedar». Y así fue.
Aprendiste el oficio solo?
Al principio era autodidacta, pero, enseguida, cuando tenía quince y dieciséis años, empecé a hacer de ayudante de la Colita. Colita era una gran fotógrafa y una buena amiga de Huertas. Con ella aprendí muchas cosas. Paralelamente, también empecé a trabajar por las tardes en el diario Tele /eXpres. Aún conservo el carnet de redactor gráfico de 1975. ¡Era un niño!
Un niño que se convirtió en cronista gráfico de las luchas vecinales de Nou Barris …
Fue de manera casi inconsciente. Durante esta etapa -que se alargó hasta que hice dieciocho años- es cuando hice toda la serie de fotos de las luchas. Era la época en la que había más manifestaciones. La capacidad de movilización era muy alta. Era intergeneracional. Todo el mundo salía a la calle, se cortaban calles, se cruzaban coches … Ahora la gente protesta por las redes sociales.
¿Lo echas de menos?
En aquella época había otro modelo de convivencia que se ha perdido. La solidaridad era clave. Nos faltaban muchas cosas materiales, perola comunidad era más fuerte. Mi infancia fue feliz.
Jugábamos en la calle, nos tirábamos por las bajadas llenas de barro sobre cartones, íbamos de excursión a la montaña, dormíamos en las cuevas … No era necesario concertar cita para ir a ver a alguien o para cenar en su casa.
¿Y qué piensas del mural que ha hecho en Roc Blackblock en el Ateneo? Lo que era crónica viva hoy forma parte de un proyecto dedicado a la memoria …
Personalmente que una foto que hice hace cincuenta años vuelva a estar vigente es una pasada. Cuando la hice conocía a la familia y era amigo de algunos de los hermanos. Ellos se estaban preparando para ir a una de las muchas manifestaciones que se hicieron para reclamar pisos dignos por los habitantes de las barracas de Santa Engracia. Es genial que ahora mi foto sea un mural porque recuperar la memoria es muy importante. Si perdemos la memoria perdemos la identidad.
Cuando hacías aquellas fotos imaginabas que aquel registro adquiriría el valor documental que tiene ahora?
No. Piensa que yo era muy joven. A mí me gustaba lo que hacía, pero no era nada consciente de la notoriedad que obtendría mi trabajo.
¿Hoy, cuando vuelves a mirar estas imágenes, las ves igual?
Sí. Esto no cambia. De hecho, los problemas son los mismos. Desahucios, precariedad … Yo tengo fotos de desahucios en el paseo Valldaura 1975. La gente tirando los muebles por la ventana para cortar la calle … Hoy tenemos móviles y redes sociales, pero la realidad ha cambiado poco.
EL PROCESO DE TRABAJO
El año 2022 se celebrará el cuadragésimo quinto aniversario del Ateneu Popular Nou Barris, y también se cumplen diez años de la realización del mural de gran formato de la caja escénica, el edificio más grande del complejo, por parte del artista Roc Blackblock. Aprovechando la consolidación del proyecto Muros de bitácora y el alineamiento de estos tres factores, nos pusimos de acuerdo con el Ateneu para pintar un mural que hablara no solo sobre el centro sociocultural, sino que tuviera la visión centrada en el barrio, que es donde nace y al que se debe el proyecto del Ateneu.
El proceso de trabajo comenzó con una reunión, a la que asistieron vecinas, miembros del Bidó de Nou Barris (la entidad que gestiona el Ateneu), trabajadoras, usuarias y otras entidades, como el Casal de Joves de Roquetes, con el objetivo de poner en común las visiones sobre el barrio y sus valores, así como definir la línea y dirección del mural, con el objetivo de transmitir un relato de la riqueza histórica y actual de la zona. Durante ese encuentro surgieron muchos temas que rememoraban como el barrio había tenido que luchar por cada palmo de calle, para conseguir cualquier mejora digna (alcantarillado, alumbrado, transporte público, creación de escuelas …). Se habló también de la importancia de reivindicar la condición de periferia, zona que normalmente queda invisibilizada y olvidada.
Después pudimos acceder al archivo histórico de Roquetes para poner imágenes a todo el relato sobre las luchas sociales del último medio siglo, y recibimos un acompañamiento idóneo por parte del miembro del archivo, tanto por su conocimiento sobre este como por su dominio de la historia de la zona. Gracias a esta visita salimos con una amplia selección de fotos, con las que desarrollamos cinco propuestas que trasladamos al Ateneu para que la comunidad seleccionara una. La temática era común en todas ellas: las luchas sociales y las reivindicaciones comunitarias de los últimos años; pero cada enfocaba a un ámbito diferente de esta memoria colectiva. Tomamos la decisión de que todas las propuestas mantuvieran la intervención tipográfica que se había realizado durante los primeros años del Ateneu por parte del Colectivo almorranay que siguió un proceso participativo en el que la gente de la comunidad aportó palabras y conceptos que se reflejaron en la fachada. Es una intervención icónica y que también aporta valor al nuevo mural. La elección recayó en una imagen del célebre fotógrafo de Nou Barris Kim Manresa, que desde joven retratar la realidad de su entorno, como las barracas de Santa Engracia, serie de la que surgió un libro con míticas fotografías. Una de ellas se hizo especialmente famosa, una niña con una pancarta donde se leía «pisos si, barracas no», pero nosotros escogimos la imagen que finalmente se ha pintado porque consideramos que reflejaba la vertiente comunitaria: no es un solo personaje sino la fuerza de la red y la colectividad con lo Nou Barris se ha hecho fuerte.
Una vez decidida la propuesta, comenzó la intervención, que duró diez días de trabajo intenso. Durante esos diez días, tuvimos el placer de recibir la visita de Pepi y Charo, dos de las protagonistas de la fotografía, que siguen viviendo en el barrio y se pudieron reconocer a sí mismas y en sus familiares al mural. Ellas no recuerdan el momento de la imagen, porque fue un momento fugaz, pero luego les ha ido volviendo para que las imágenes se han hecho famosas, y de alguna manera se han convertido en narradoras vivas de la historia reciente. Cuando los preguntábamos sobre aquella época, ellas recordaban con acidez que su abuelo, migrante y humilde como muchos otros, destinó sus ahorros de toda una vida en una vivienda que nunca se llegó a construir, porque la constructora desapareció con el dinero. A pesar de ser un recuerdo amargo porque mucha gente lo perdió todo, ellas eran pequeñas y la vida les parecía más fácil y feliz.