La rebelión de los yunteros

Extremadura, 2022

Yuntero: trabajador agrícola que labra con un par de mulas (yunta).

CONTEXTO HISTÓRICO

Una colaboración con Manuel Cañada, autor de La otra Extremaduray miembro de la Asociación 25 de Marzo

Existen memorias fuertes y memorias débiles, historias evocadas e historias olvidadas. La historia de las clases populares en Extremadura forma parte, sin duda, del segundo grupo, el de las memorias silenciadas, el de la ocultación de los afanes y luchas de la gente de abajo.

A finales de marzo de 1936 comenzó en Extremadura una revolución, ignorada hasta ahora en los libros de texto, pero de la que han levantado acta historiadores de la talla de Malefakis, Tuñón de Lara, Ronald Fraser, Paul Preston, Víctor Chamorro o Francisco Espinosa. A las cinco de la madrugada del día 25 de marzo de aquel año, convocados por la Federación de Trabajadores de la Tierra, más de 60.000 campesinos iniciaban una gesta sin precedentes, la ocupación simultánea de 3000 fincas en 280 pueblos. Nada menos que 250.000 hectáreas pasaban a manos de sus legítimos dueños, de quienes regaban la tierra con su sudor día a día desde tiempos inmemoriales: los campesinos. La Reforma Agraria, el gran sueño de generaciones enteras, se abría paso. La veterana utopía, que se condensaba en dos palabras, Tierra y Libertad, y en un lema acuciante, La tierra para el que la trabaja, tomaba cuerpo en las dehesas y vegas de Extremadura.

El 25 de marzo apuntaba a la resolución de un problema de alcance histórico, el de la estructura de la propiedad. El latifundismo ha sido y es la gran herida abierta de Extremadura, una singularidad que se encuentra en el origen del subdesarrollo y la dependencia de nuestra comunidad, una trama que ha producido y produce explotación, caciquismo, paro masivo y emigración. 

Como señala Víctor Chamorro “el esqueleto de Extremadura es de calcificación medieval”. El latifundismo es el resultado de un largo proceso de expropiación y explotación del campesinado y las clases trabajadoras, que hunde sus raíces en la «Reconquista» durante el siglo XIII con la adjudicación de grandes extensiones de tierra a Órdenes Militares y maestrazgos. En palabras del historiador Carlos Sagüillo: “El proceso de repoblación llevado a cabo por los reinos cristianos adoptó importantes variedades en las distintas regiones de la Península. Las incursiones en regiones como Extremadura o Andalucía estaban dirigidas principalmente a cumplimentar el deseo de la nobleza por adquirir nuevos latifundios que le permitieran incrementar los excedentes acumulados”. Sirvan como ejemplos de esa formidable acaparación los casos del  Duque de Alba -que llegó a ser dueño y señor de 46 pueblos-, el Señorío de Feria -cuyas posesiones alcanzaron unas 100.000 hectáreas- o la Orden de Santiago, propietaria de 10.000 kilómetros cuadrados de superficie coincidente con las tierras más ricas de la región: la comarca de Barros y las Vegas Bajas del Guadiana. Y, junto al latifundismo, la dedicación preferente del campo extremeño a la ganadería y los correspondientes privilegios otorgados a la Mesta provocarán una infrautilización agraria y terribles secuelas sociales. El filósofo humanista Pedro de Valencia escribe en 1607: “Esta desigualdad de la posesión de la tierra, con que unos pocos son señores y tienen dehesas larguísimas, y otros, o casi todos, no alcanzan ni un palmo ni un terrón, es la cosa más perniciosa a la comunidad y la que más repúblicas ha destruido y destruirá”.

Pero será la llamada Reforma Agraria Liberal del siglo XIX la que consolide y amplíe las consecuencias sociales dramáticas del latifundio. Las desamortizaciones significarán “un proceso de privatización masiva del suelo”, un “profundo y violento reajuste del sistema de propiedad” (F. Sánchez Marroyo) que constituye una de las principales piezas en la acumulación originaria del capitalismo en España. La desamortización de Mendizábal (1836) supondrá una transacción de tierras de la Iglesia a la nobleza y a la burguesía, mientras que la inmensa riqueza colectiva que atesoraban la mayoría de pueblos extremeños en forma de bienes comunales serán la diana en la desamortización de Madoz (1855). Mediante esta enajenación de tierras de propiedad municipal se privatizan más de un millón de hectáreas en Extremadura. Con la desamortización de Madoz, como subraya Víctor Chamorro, “salió a subasta pública el último asidero de la pobreza: el bosque comunal, el ejido, que era la fuente de subsistencia de los que no tenían nada. En los espacios comunales podían cazar, pescar, recolectar bellotas, coger setas o cardillos; podían hacer picón, cortar leña”. 

Miseria o emigración, esa es la disyuntiva a la que se arroja a centenares de miles de campesinos sin tierra. Desde entonces, en Extremadura y en Andalucía, tendrá lugar una larga historia de resistencia, un intenso conflicto que atraviesa dos siglos y cuyos ecos llegan hasta nuestros días. La Mano Negra, el bandolerismo social, la creación de la Guardia Civil, el caciquismo, Jarrapellejos, Casas Viejas, Castilblanco, son algunos de los nombres que evocan esa durísima lucha de clases. Los motines reclamando pan barato, las peticiones de nulidad de la venta de los bienes comunales, las ocupaciones de fincas, la destrucción de cercas, los incendios, las talas de arbolado, los escraches a jueces y alcaldes, el rebusco colectivo, son solo algunas de las formas que adopta el amplio repertorio de luchas que pondrán en pie los jornaleros entre el Sexenio Revolucionario (1868-1874) y las primeras décadas del siglo XX. El rebusco de la bellota o de la leña será también otra expresión habitual de la conflictividad latente, como recuerda Martín Baumeister: “En las fincas tiene lugar una pequeña guerra callada por los frutos del campo, que mantiene en jaque a los propietarios, a las autoridades y a las fuerzas del orden”. La pugna es pueblo a pueblo, cortijo a cortijo. En cada localidad se funda al menos una sociedad de apoyo mutuo y resistencia. En sus nombres late el augurio de otro tiempo, aún inédito: La Nueva Aurora (Olivenza), El Despertar del Siglo XX (Almendral), El Alba del Nuevo Día (Alconchel), La Redentora (Valverde de Leganés), La Esperanza (Mérida). Y vibra también el orgullo proletario de quienes están llamados a cambiar el mundo de base: los Hijos del Trabajo (Ribera del Fresno), La Hormiga (San Vicente de Alcántara), Fraternidad Obrera (Bienvenida)…

 

Pero será ya en el siglo XX cuando el movimiento obrero y campesino adquiera la fortaleza organizativa y la influencia social necesaria para cuestionar el régimen del latifundio. La Germinal de Badajoz, el primer Congreso Obrero de la Torre de Miguel Sesmero, la extensión de la CNT y de la UGT, las huelgas campesinas y la consecución de los primeros convenios colectivos de trabajo, el Trienio Bolchevique (1918-1921) que hace temblar los campos andaluces y extremeños, la alianza con los sectores de la burguesía ilustrada y con organizaciones tan señeras como la Institución Libre de Enseñanza (ILE), la creación de las primeras cooperativas, son algunos de los hitos que nos hablan de la paciente siembra y organización de la esperanza, que se condensará e irrumpirá con fuerza en 1931, cuando se proclama la II República. 

 

La Reforma Agraria es una de las grandes promesas con las que nace la II República. Desde el primer momento constituye uno de los ámbitos donde se dirime la densidad real del cambio político y un espacio donde la confrontación de clase es más intensa. Entre abril y junio de 1931 se aprueban una serie de normativas que intentan paliar la situación de la población jornalera, los decretos de términos municipales, laboreo forzoso, creación de jurados mixtos y jornada de ocho horas. La Ley de Reforma Agraria, por su parte, es promulgada el 9 de septiembre de 1932. Pero, a pesar de la tibieza de las medidas, los grandes propietarios boicotean sistemáticamente la Reforma Agraria. Pasan los meses y el compromiso se va desvaneciendo, entre el legalismo del gobierno y las zancadillas de la patronal y la derecha. Como relata Francisco Espinosa, a principios de enero de 1933 “las promesas seguían sin cumplirse: el programa agrario esperaba su desarrollo (ni la Ley General de Arrendamientos, ni la creación del Banco Agrario, ni la restitución de tierras comunales)”. La frustración prende entre amplios sectores de las clases populares y la derecha vence en las elecciones de noviembre de 1933. La consigna con la que los terratenientes injurian a los braceros es ahora más esclarecedora de su voluntad por doblegar el movimiento campesino: “Comed República”. 

 

Pero la pugna por la Reforma Agraria no cesa. Los sucesos de Castilblanco, los mártires del Primero de Mayo en Salvaleón y Fuente del Maestre, Pío Sopena y la declaración de comunismo libertario  en Villanueva de la Serena, la insurrección libertaria en diciembre de 1933 en Navalmoral de la Mata o el asesinato de Pedro Rubio son algunos de los nombres y acontecimientos que marcan ese combate vertiginoso. Víctor Chamorro resume el pulso y la epopeya campesina durante la República en “tres fechas consanguíneas”: la huelga general de junio de 1934, el 25 de marzo de 1936 y la matanza de Badajoz en agosto de ese mismo año. La huelga general campesina del 34 adquiere unas grandes proporciones, pero supondrá una enorme derrota. 13000 jornaleros son detenidos y 600 de ellos trasladados a cárceles fuera de la región, a las prisiones de Ocaña y Burgos. Pero “el pan no ha muerto” y el viejo topo campesino continúa su rumia emancipadora.

La amplia victoria del Frente Popular en febrero de 1936 abre las puertas a que definitivamente se cumplan las expectativas de una auténtica Reforma Agraria. El hambre no espera y los campesinos de Extremadura no están dispuestos a una nueva decepción. “Los problemas de la tierra no admiten demoras, ni consienten papeleos”, se puede leer en el Obrero de la Tierra, el periódico de la FTT, en su edición del 7 de  marzo. Los campesinos han aprendido en su propia experiencia los límites del parlamentarismo, el obstruccionismo tenaz de los propietarios y la altura del envite. Primero el hecho y luego el derecho, esa es la consigna que resume la inteligencia y el coraje de los jornaleros.

“En Extremadura es donde los yunteros se habían convertido en el grupo campesino más politizado de España”, escribió Malefakis. O lo que es lo mismo, más consciente, más organizado, más capaz de representar el interés general de la sociedad. Los yunteros, los jornaleros cuya única propiedad es una yunta de animales, “los labriegos del secano que trabajan la tierra arable adehesada de las grandes fincas” y  que, “a veces, faltos de esa parcela, se contratan a jornal y, además de su trabajo personal, ponen su yunta al servicio del señor” -según les definía el propio Instituto de Reforma Agraria- van a constituir un sujeto central en la organización de la gran rebelión campesina. 

El 25 de marzo se va a producir la gran ocupación de fincas. “Se ramificaron por cañadas y veredas hileras de hombres y bestias con la disciplina de hormigas en un rastrojo. Aquel ejército de arados, aperos, animales y banderas se disponía a ocupar la tierra expropiada desde la Reconquista con la sencillez del que estuviera ejerciendo un derecho natural”, escribe Víctor Chamorro. Una conmoción atraviesa Extremadura de punta a punta, como lo hacen el Tajo y el Guadiana. El 25 de marzo ha triunfado. No hay guardia civil suficiente para detener tanto anhelo de justicia, tanta ansia de redención.

Unos meses después de aquella revolución masiva y pacífica llegará la venganza de los señoritos, el golpe militar, la sangre corriendo a borbotones en la Plaza de Toros de Badajoz, el plan de exterminio de todos los que habían osado participar en las ocupaciones y asentamientos. La ocupación campesina es el vaso que colma los miedos y el afán de represalia de las clases dominantes. Por si quedaban dudas, Franco se instalará en el Palacio cacereño de los Golfines el 26 de agosto de 1936 y es allí aclamado como jefe de Estado.

“El franquismo fue siempre consciente de lo que había representado Extremadura en aquel trance histórico, igual que fue siempre consciente de los métodos empleados en Badajoz para acabar de cuajo con el problema y con la resistencia popular que encontró. Aún nos faltan datos, pero, por lo que sabemos hasta ahora, se trata sin duda de una de las zonas donde la represión franquista fue más dura, quizá la que más. Posiblemente por eso el régimen franquista mostró siempre un profundo desprecio por la región, desprecio que llevó incluso a eliminar su nombre de los mapas y a convertirla en una especie de colonia interior proveedora de materias primas y de mano de obra. Todo ello la convirtió en una de las regiones más castigadas por la dictadura con consecuencias que llegan hasta nuestros días” (Francisco Espinosa).  

Este hermoso mural de Garrovillas de Alconétar es un paso más en la recuperación de esta fecha esencial para el pueblo extremeño. Me gustaría dar las gracias, de corazón, al artista Roc BlackBlock por esta obra, por su compromiso fraternal con nuestra tierra. Pero además, me gustaría también recordar aquello que decía Eduardo Galeano, que no nació la memoria para ancla, sino para catapulta. Encendamos en la memoria de la rebelión de los yunteros la chispa revolucionaria que necesitamos. Disparemos a los relojes, a la rutina de la Historia. 25 de marzo: Reforma Agraria Integral, poder del Pueblo, Dignidad.

Texto elaborado por el Consejo Provincial del Secretariado de la FTT de Badajoz y enviado a todas las secciones locales:

INSTRUCCIONES

1º A las cinco de la madrugada del día 25 del actual, los campesinos de cada localidad se concentrarán sigilosa y rápidamente en diversos puntos de las afueras del pueblo; procurando todos ir provistos de azada y demás instrumentos propios para efectuar un deslinde.

    2º Efectuada así la concentración, con el mismo sigilo y la misma actividad, emprenderán la marcha hacia las fincas que deben ser incautadas.

    3º Ya en ellas se trazarán las lindes convenientes, no de la parcela que pudiera corresponder a cada uno, sino de la extensión total que haya que tener la parte incautada.

    4º Con este y un viva a la República, dado éste por el que vaya enfrente del grupo, se tendrá por realizada la incautación.

    5º Seguidamente, regresarán al pueblo y, una vez reunidos todos los grupos, se dirigirán ordenadamente al Ayuntamiento, en el que penetrará la Junta Directiva. Requeridos el Alcalde y cuantos concejales sea posible más algún funcionario, se levantará acta de esta comparecencia, cuyo modelo os adjuntamos, la cual deberá ser firmada por los representantes del Ayuntamiento y por los de la Sociedad obrera, así como también por el funcionario que actúe de secretario en aquel momento.

    6º De allí y con todo el orden posible, los compañeros se trasladarán a la Casa del Pueblo, en donde se celebrará Asamblea General para hacer constar que la Sociedad Obrera acaba de tomar posesión de tales y cuales fincas en nombre de todos los vecinos del pueblo, y seguidamente se comenzará, bien por la Asamblea en pleno o bien por una comisión designada por ella misma, al estudio de la manera en que haya de llevarse el trabajo: si individual o si colectivamente. Este Consejo del Secretariado aconseja la forma colectiva; pero si una respetable parte de la Asamblea opina lo contrario, será de desear que se hiciera de las dos formas.

    7º Sea cual sea la manera acordada y aunque no se hubiera acordado alguna, al siguiente día y en los sucesivos irán a las fincas incautadas todos los campesinos o una parte de ellos, a continuar la operación de deslinde y a comenzar la del cultivo adecuado.

    8º Si en cualquiera ocasión, alguien se opusiese a la realización de lo anteriormente indicado, deberá adoptarse una de estas dos conductas: a) si el que se opone es autoridad o agente de ella, se le oirá con respeto, se le contestará con igual respeto y con la mayor brevedad, y se obedecerá solamente si lo que ordena no es contrario a los intereses de la República y de los trabajadores, que en el momento presente son los mismos b) si el que se opone no es autoridad ni es agente de ella, se le desoirá en lo posible y no se le obedecerá en nada.

    9º Se realizarán los mayores esfuerzos para evitar todo daño evitable a las fincas incautadas y a las otras: a las primeras porque ya serán de los campesinos, a las otras porque habrán de serlo algún día.

Badajoz, a 20 de marzo de 1936.

 

Algunas referencias bibliográficas útiles para ampliar la información sobre la rebelión de los yunteros y el 25 de marzo:

EL PROCESO DE TRABAJO

El festival Muro Crítico, intervenciones artísticas en el medio rural, organizado por la Diputación de Cáceres, contactó con Murs de Bitàcola para ofrecernos participar en la edición de este año. Conocedores de nuestra labor memorística, nos propusieron pintar sobre la rebelión de los yunteros. Después de indagar un poco sobre este acontecimiento, que desconocíamos totalmente, decidimos que era un episodio histórico fascinante y muy invisibilizado y desconocido, y sobre lo que valía mucho la pena hacer un mural, ya que iba mucho en consonancia con el nuestro proyecto.

Durante las ejecuciones de los murales, a menudo amenizamos las muchas horas de trabajo a pie de calle escuchando podcasts, entre ellos La linterna de Diógenes. Justo uno de los capítulos de estos iba dedicado a elaborar una visión alternativa del pueblo de Extremadura. Por eso, después de recibir esta propuesta de Muro Crítico, volvimos a escuchar el podcast y fue así como conocimos a un historiador que exponía un amplio conocimiento en la rebelión de los yunteros. Contactamos para exponerle la situación y proponerle colaborar y finalmente hemos tenido la suerte de contar con un artículo de Manuel Cañada, autor de La otra Extremadura y miembro de la Asociación 25 de marzo. Él, junto a otros compañeros del colectivo, nos asesoraron y compartieron la información necesaria. Ha sido muy bonito ver cómo, desde la otra punta del estado, podíamos empezar a establecer una red y generar sinergias entre diversas comunidades.

Cuando pusimos en el centro la temática de la rebelión de los yunteros nos encontramos, en primer lugar, que había muy pocas imágenes de este evento, y las pocas fotografías eran de muy baja calidad. Algunos elementos que tuvimos en consideración a la hora de escoger el diseño fueron la tipología del edificio donde pintaríamos y el tipo de actividades que se realizaban, así como la estética del color original de la fachada y de las paredes de alrededor. Todo esto nos llevó a respetar las líneas de separación del muro, lo que nos permitía reproducir varias imágenes sin que el gran formato comprometiera la calidad del mural (dada la poca resolución de las imágenes con las que trabajábamos). Nuestro objetivo no era sólo retratar ese episodio, sino la realidad social de la zona y el vínculo con la tierra del pueblo y la voluntad y orgullo de vivir de los frutos de su propio trabajo. Por eso, gracias al museo etnográfico, hemos incluido también imágenes que intentan plasmar la realidad de la tierra y el pueblo extremeños. Lo hemos articulado todo en una gama de colores suelo y rojos que van en consonancia con el color granate original.

El otro elemento importante de este proyecto ha sido el propio festival Muro Crítico. No ha sido un encargo profesional en el que nuestra labor ha estado limitada a pintar nuestra obra, sino que hemos tenido la oportunidad de convivir con otros artistas, Isabel Flores, Caín Ferreras y Jonathan Carranza. Poder conocer y formar parte durante unos días de la escena muralística de Extremadura, al tiempo que compartir aspectos relativos a la profesión ha hecho que hayamos pasado unos días magníficos. Otro aspecto relevante ha sido que la ubicación del muro propuesto por la diputación de Cáceres es el museo etnográfico. Cuando supimos dónde pintaríamos ya nos pareció una decisión muy acertada, pero lo cierto es que cuando conocimos y visitamos el museo, y después de hablar con la gente de la asociación memorística que gestiona todo su contenido, quedamos totalmente fascinados y encantados con la fantástica colección de utensilios que han formado parte de la vida cotidiana de los pueblos de Extremadura durante siglos. Colorear un mural para recuperar la memoria histórica local en un espacio que dedica su tarea justamente a esto nos pareció una excelente alianza, en la que todos nos podíamos reforzar.

La otra gran oportunidad que nos ha brindado este proyecto ha sido poder conocer a Extremadura. Garrovillas de Alconetar, el pueblo que nos ha acogido, nos ha sorprendido muy gratamente por su belleza y su amplio patrimonio; al igual que los otros pueblos de la ruta desde Barcelona, ​​que también contaban con intervenciones de Muro Crítico, nos han permitido dimensionar el proyecto y también poder tener una mejor y más clara impresión de esta tierra, que tiene un patrimonio natural, cultural y humano fantástico y con un montón de episodios que van más allá de los estereotipos de Extremadura. Es un pueblo que no solo ha sufrido y sufre todavía el fenómeno de los latifundios, sino que también ha dado muestras de su capacidad social de organizarse, levantarse y luchar por sus derechos.

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