CONTEXTO HISTÓRICO

Un artículo de Agus Giralt i Anales, historiador y miembro de Memòria en Moviment

Cuando pensamos en un Sants pretérito seguramente nos viene a la cabeza el humo de los vapores y el fuego de las revueltas, pero bajo las grandes naves de ladrillo y las enormes chimeneas, buscando el agua de las rieras y los canales podemos encontrar las raíces de Sants, unas raíces campesinas que se adentran en la tierra y nos hablan de campos y de masías.

Sobre una colina que permitía controlar el plan de Barcelona y entre las antiguas carreteras que se dirigían, una hacia Molins de Rei y la otra hacia Sant Boi, a lo largo de la edad media, se desarrolló Santa Maria de Sants. Una población que estaba formada por un pequeño núcleo alrededor de la antigua iglesia románica de Santa Maria, y multitud de masías dispersas por el territorio. Desde este espacio central, y cruzado por las rieras que bajan de Collserola, Sants se extendía en dirección al mar.

La proximidad a la ciudad de Barcelona, aún amurallada, condicionó la historia de Sants, que quedó englobado en un espacio muy amplio que en la edad media fue conocido como el “territorio de Barcelona”. Un espacio que comprendía, aproximadamente, de Montgat a Castelldefels, y sobre el que el Consell de Cent intentó ejercer su dominio para asegurarse el sustento de la ciudad. Los campos de Sants se dedicaron principalmente al cultivo intensivo del viñedo, del trigo y de la fruta. Unos cultivos que, en el entorno más cercano de las masías, se completaba con huertas. En la zona de la Marina, donde había abundantes humedales, frecuentaban otros cultivos, como el del cáñamo.

Sants era despensa de Barcelona y para dar servicio a esta función se fueron edificando algunas infraestructuras. Así, en el collado de los inforcados, en torno a la actual plaza de España, donde confluían las dos carreteras que llevaban a Barcelona, a finales del siglo XVI, se levantaron dos molinos de viento que servían para moler trigo. El pueblo era también la última parada de los pastores que llevaban sus rebaños hacia la ciudad. Después de grandes trayectos donde el ganado había perdido peso, los animales engordaban de nuevo pastando en el entorno. Posteriormente, eran despellejados en la carnicería de Sants, que se encontraba en la carretera de Sant Boi, la actual carretera de la Constitución, a la altura de la riera de Tena.

Cuando Barcelona cayó en manos borbónicas, en 1714, con la aplicación del Decreto de Nueva Planta, desaparecieron las instituciones catalanas, entre ellas también el Consell de Cent. De este modo, las antiguas parroquias del plan acabaron convirtiéndose en municipios independientes. Pero los cambios administrativos no modificaron el hecho de que la agricultura siguiera siendo la principal, y prácticamente única, ocupación en el pueblo hasta que, a finales del siglo XVIII, los productores de tejidos de indianas de Barcelona, desembarcaron en Sants para aprovechar sus campos para blanquear y secar las telas.

A finales del siglo XVIII y los inicios del XIX trajeron dos grandes infraestructuras que revolucionaron el urbanismo y la economía santsenca. La primera la nueva carretera real, la actual carretera de Sants, una vía que se empezó a construir en el año 1764, y que venía a sustituir a la antigua carretera. La segunda, el Canal de la Infanta, que se inició en 1817. A lo largo de más de 17 kilómetros el canal trajo agua del Llobregat, desde Molins de Rei, hasta Sants regando los municipios de Santa Creu d’Olorda, Sant Feliu, Sant Joan Despí, Cornellà y Hospitalet. Gracias al agua que llega a través del canal a todo el Vall Baixa del Llobregat se pudieron sustituir cultivos de secano por hortalizas. De esta forma, todos estos pueblos se convirtieron en grandes productores.

Pero si el canal había sido un eje vertebrador de la agricultura santsenca, también lo acabaría siendo de la industria. Durante la primera mitad del siglo XIX, Barcelona, que seguía encorsetada dentro de las murallas y era una de las ciudades europeas con más densidad de población, se había ido llenando de vapores hasta tal punto que el ayuntamiento prohibió su instalación. Sants, que era bien comunicado y que tenía acceso al agua, un elemento imprescindible para la industria, se convirtió en un espacio codiciado. A partir de ese momento empezó a recibir grandes vapores como el Vapor Vell o la España Industrial, grandes fábricas que motivaron la llegada de miles de personas para trabajar, iniciando la transformación de pueblo agrícola a industrial.

Lallegada del tren, en 1854, terminó de modificar el paisaje. Las vías se abrían paso por medio del pueblo cortando los antiguos caminos. Poco a poco los terrenos se fueron parcelando y así algunas de estas antiguas grandes masías quedaron incrustadas dentro del urbanismo de este nuevo Sants, como la Petita Maria, que quedó escondida en la calle de López Catalàn. La instalación de fábricas también seguía, como Can Batlló, que en 1878 se levantó sobre los terrenos de otra masía, Can Mangala. A medida que la fábrica creció acabó tragando otra masía, Cal Paretó, también conocida como Can Bruixa.

Los conflictos del siglo XX también se llevaron dos de las principales casas que nos hablaban de este pasado agrícola: Can Catà, junto a la plaza de Sants y Can Santomà, en la plaza Málaga, la actual Bonet y Muixí, casas señoriales que eran de las familias de los grandes terratenientes del barrio y que quemaron durante la revolución social de julio de 1936. Pero a pesar de los cambios urbanísticos y sociales, el Sants agrícola sobrevivió durante décadas en medio del Sants industrial.

Los conflictos del siglo XX también se llevaron dos de las principales casas que nos hablaban de este pasado agrícola: Can Catà, junto a la plaza de Sants y Can Santomà, en la plaza Málaga, la actual Bonet y Muixí, casas señoriales que eran de las familias de los grandes terratenientes del barrio y que quemaron durante la revolución social de julio de 1936. Pero a pesar de los cambios urbanísticos y sociales, el Sants agrícola sobrevivió durante décadas en medio del Sants industrial.

Masías como Can Mantega, una de las más grandes del pueblo y que tenía una mina de agua que permitía regar los campos y vender los excedentes para alimentar las fuentes de agua del pueblo, poco a poco vio cómo sus campos acortaban, hasta quedar hundida. Sin embargo, fue de las últimas en mantenerse activa hasta los años sesenta. De esta masía nos dejó una extensa descripción el escritor Josep Miracle i Montserrat.

La casa de payés de Can Mantega era como el punto central de una raya divisora: en el lado de allá -a mi izquierda-, el huerto; al lado de aquí -a mi derecha- el campo. Todo grandioso, de enormes proporciones. Media docena de hombres trabajaban constantemente, desplazados de un lado para otro según las estaciones y las necesidades agrícolas. El campo puede decirse que solo reclamaba a los hombres dos veces al año: por la siembra y por la cosecha; el huerto era más de cada día, y aunque estuviera más lejos de mi observatorio, no había operación que no fuera por mí atentamente seguida.

Así yo podría describir con cierta minuciosidad los ciclos alternados de las hortalizas, ciclos que imprimían en todo el huerto un caleidoscópico cambiante de la geometría de sus cuadros, tanto en disposición como en color. Yo he visto hacer nacer y aterrizar unos verdaderos campamentos de judías y de tomateras, con sus pirámides a base de unos puntales de cañas; y con el verde cambiante de su vegetación, yo he visto prosperar las coles y los brécoles, las alcachofas y las habas, las calabazas y los melonares.

De la majoria d’antigues masies de l’antic poble de Sants no ens queden gaires referències més que noms com Cal Bacardí, Cal Barrina, Cal Bernades, Cal Biel, Cal Cosme, Ca l’Esperança, Cal Francès de Cal Cuca, Cal Freixes, Cal Gallina, Cal Gravat, Ca l’Hereu, Ca l’Ivo, Cal Magre, Cal Mariano bon veí, Cal Massaguer, Cal Morena, Cal Mosques, Cal Mota, Cal Munné, Cal Muns, Cal Nicasi, Cal Nones, Cal Pastor, Cal Pau Valent, Cal Pol, Cal Polit, Cal Rius, Cal Sala, Cal Serraïma, Ca la Sileta o Cal Veleta, Cal Tena, Ca la Tereseta Xerraire, La Torre de l’Hort Nou, La Torreta de Sants, La Torre del Tiritant, Cal Valent Gran, Cal Valent Petit, Cal Valls, Cal Granota Pobre, Cal Maians, La Torre Nova del Vellit o Ca la Laia.

Pero en el corazón de Sants, justo donde empezó esta historia, en la plaza de Bonet y Muixí, todavía resiste la Casa del reloj, una masía también conocida como Cal Dimoni, que encuentra sus orígenes en el siglo XIV, mostrando las raíces campesinas del pueblo de Sants.

Agus Giralt i Anales (Sants, 1978) es licenciado en Historia por la Universidad de Barcelona. Es autor del blog Memoria de Sants y ha publicado artículos y libros diversos sobre la historia de los barrios de Sants, Hostafrancs y La Bordeta. Forma parte de la asociación Memoria en Movimiento.

EL PROCESO DE TRABAJO

La familia Burés-Fabregat contactó con Murs de Bitàcola en abril del 2021 para exponernos su propuesta, que era hacer un mural que homenajeara al campesinado y las raíces campesinas de la familia y del barrio, y que este mural fuera a la vez un obsequio a la abuela de la familia (una de las niñas de la fotografía), muy ligada y vinculada al barrio. Queríamos, por tanto, que este vínculo y esta referencia documentada a esta familia campesina apareciese en el mural como regalo para la abuela.

El proceso ha sido complejo: encontramos cierta predisposición del distrito para facilitarnos e indicarnos el camino a seguir, y en este caso hemos seguido un borrador de protocolo que se está redactando desde el ayuntamiento de Barcelona para pautar este tipo de intervenciones. Esto ha conllevado toda una serie de condiciones técnicas y burocráticas, que esperamos que se simplifiquen en futuras versiones de este documento para mejorar y simplificar la labor muralística en la ciudad. La intervención ha acabado siendo posible porque se ha convertido en un proyecto de barrio. Hemos colaborado con el colectivo de arquitectos La Col, que está en La Descomunal de Sants, y que nos han ayudado con su experiencia a cubrir toda la parte técnica y burocrática; también ha sido un placer colaborar con Memoria de Sants, que ha realizado el artículo que precede a estas líneas. De alguna manera hemos tenido la sensación de que más que estar trabajando por una familia, en un encargo privado, hemos llevado a cabo un proyecto de barrio, de comunidad, dinamizado por esta familia con fuertes raíces en el barrio. Por eso en todo momento tuvimos claro que este era un proyecto que merecía la pena y había que perseguir y superar todas las trabas burocráticas. Esto también pone de manifiesto que al igual que la nuestra, hay otras muchas propuestas que enriquecerían el modelo de ciudad que creemos que es necesario, lo que piensa en sus ciudadanos más que en los turistas, y hay que dar facilidades para que se puedan llevar a cabo.

A la hora de llevar a cabo la intervención hemos intentado mantener una gama cromática que se armonizara con el entorno. Dadas las condiciones de la intervención, ha sido muy importante contar con el apoyo, el acompañamiento y la asistencia de Armengol, el compañero que ha realizado toda la infraestructura técnica y de seguridad; y que ha colaborado también durante la semana de la intervención del mural. El muro tenía una gran extensión, y su labor nos ha ayudado mucho a ser más rápidos en el proceso, porque la plataforma de quince metros de largo nos ha permitido trabajar en varios puntos a la vez y ejecutar la obra en un plazo no demasiado dilatado.

Por todo ello, ha sido un gran proyecto, cargado de emotividad, tanto por la familia como por nosotros, ya que poder ser los artífices de este homenaje ha sido un honor y un placer y nos sentimos muy satisfechos. Por otro lado, Sants ha sido el barrio del Roc Blackblock durante muchos años, por lo que ha sido también muy bonito poder volver al lugar donde empezó con el arte urbano y también con la militancia en el centro social de Sants y en las casas ocupadas del barrio y los movimientos en torno a los centros sociales ocupados del la Hamsa, Can Vies… Por todo ello ha pasado a ser un proyecto muy especial, cargado de significación personal y comunitaria; y nos sentimos muy halagados y agradecidos por la acogida que ha tenido la obra por parte de los vecinos y vecinas. La culminación del proyecto, la presentación del mural en la Mercè (la abuela de la familia Burés-Fabregat), fue muy bonita y se convirtió en una pequeña fiesta con muchas generaciones de vecindario del barrio, y una celebración de la memoria y del barrio como núcleo de la comunidad.

More
articles