Un artículo de Miguel A. Fernández
La ilustración del minero con el cartucho de dinamita en la mano derecha, el fusil en el hombro y el gorro con las siglas UHP (Unión de Hermanos Proletarios) es seguramente la más icónica de las relacionadas con la revolución de octubre del 1934; y hoy sigue siendo reinterpretada y homenajeada de forma incansable. El autor es Tomás (Jaime Tomás García), dibujante que provenía del mundo de la historieta y había publicado sus primeros trabajos en la revista valenciana KKO, aunque sería en Pocholo donde destacaría con una pionera serie de ciencia ficción en el cómic: «El universo en guerra». Precisamente en otra guerra, ya más terrenal, haría este cartel de homenaje a la revolución de octubre en Asturias para Socorro Rojo, organismo instaurado en España en 1926, pero cuya expansión coincidiría precisamente con la revolución de Asturias ..
Socorro Rojo Internacional, organismo auxiliar de la III Internacional, había nacido con el objetivo de llevar a cabo acciones solidarias de utilidad social, cultural y humanitaria, pero también, en palabras de Zinóviev, de ser “un eslabón en la cadena del movimiento proletario internacional”. El organismo pronto será acusado de servir exclusivamente a la propaganda comunista, y tras los “hechos de mayo” en Barcelona en 1937, el momento de mayor tensión entre fuerzas antifascistas durante la guerra civil, hará que, en paralelo, se cree la SIA, Solidaridad Internacional Antifascista, con el objetivo de asegurar ayuda humanitaria material y financiera a los libertarios y sus familias, y, pese al compromiso de mantener una independencia política, reforzar el posicionamiento y discurso anarquista.
Pero algo antes de esas disputas cainitas, aventadas en buena medida por el soplo estalinista, los trabajadores asturianos han buscado dar forma a la unidad de acción del proletariado bajo las siglas UHP, con la Federación Socialista Asturiana, la UGT, la Confederación Regional del Trabajo de Asturias, León y Palencia de CNT, el Bloque Obrero y Campesino y la Izquierda Comunista uniendo esfuerzos en la revolución (el entonces minoritario PCE, reacio en un primer momento a la Alianza, sería admitido más tarde en ella). El grito de “Uníos, hermanos proletarios” daba forma así a una Alianza Obrera basada en la independencia de clase y estableciendo un poder local en el que coexistirán, sin dramatismo, concepciones supuestamente antagónicas del modelo de sociedad.
La huelga general revolucionaria convocada en octubre de 1934 ante el ascenso de las derechas republicanas —algunas prácticamente fascistas— fracasaría en el resto de España, pero en Asturias y el norte de León la convocatoria se transformaría pronto en una insurrección armada que llegaría a controlar partes importantes del territorio, instaurando la llamada Comuna Asturiana, dirigida por un Comité Revolucionario que integraba a socialistas, comunistas y anarquistas, y que, pese a lo breve de la experiencia —dos semanas escasas—y lo acotado de su extensión geográfica, dejará un profundo sedimento en la memoria colectiva del movimiento obrero… que buscará repetir la experiencia en futuras oportunidades.
“Las paredes son la imprenta de los pueblos” escribiría Rodolfo Walsh, el periodista y escritor argentino desaparecido por la dictadura. Y precisamente Roc BlackBlock utiliza fachadas y paredes como lienzo personal con el que rescatar del olvido episodios de la memoria colectiva, obrera y popular. A Tomás —muerto prematuramente en 1941 a la edad de 29 años— no se le conocen otros carteles. Ahora la icónica imagen creada para Socorro Rojo, adorna la fachada de la Casa Sindical de Gijón componiendo un hilo que enlaza las luchas obreras del presente con aquellas del pasado, cuyos ecos resuenan noventa años después.
Miguel A. Fernández ha vendido su fuerza de trabajo a medios como MARCA o ABC, donde ha ejercido de hombre orquesta: periodista, diseñador, info grafista… compaginándolo con su labor militante y sindical en CNT. De 2004 a 2007 fue director de la CNT, diario confederal de ámbito estatal. Desde hace 13 años forma parte del equipo de la Fundación Anselmo Lorenzo, de quien vuela ocasionalmente para publicar colaboraciones en medios alternativos como La Marea o El Salto.
EL PROCESO DE TRABAJO
Con el proyecto sobre Ramon Vila Capdevila y los maquis llevado a cabo en Berga y, posteriormente, con el mural en conmemoración del 50 aniversario del asesinato de Salvador Puig Antich, empezó a tomar forma la idea de hacer un proyecto específico -enmarcado en el proyecto de Murs de Bitàcola- con el nombre Sin Estados, con el objetivo de recuperar la memoria anarquista en todo el territorio y, de alguna manera, pintar un mundo nuevo en nuestros muros. Para llevar a cabo esta idea, empezamos a buscar espacios donde llevarlo a cabo, así como a colectivos con los que establecer alianzas, y con esta idea elaboramos un pequeño dosier de presentación del proyecto que difundimos entre varios colectivos , ateneos, sindicatos… Entre estos se encontraba la Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo y fue Sònia Turón, presidenta de la fundación, quien nos sugirió hacer un mural para conmemorar el 90 aniversario de la Revolución de Octubre, una idea a la que enseguida nos aferramos. Dada la idoneidad de la fecha, nos pusimos a realizar gestiones y mover contactos para encontrar algún muro donde poder llevar a cabo la ejecución de un mural y fue así como finalmente establecimos contacto con la CNT de La Felguera.
Después de algunas gestiones con el Ayuntamiento del pueblo vimos que la propuesta no podía salir adelante, pero desde La Felguera nos aconsejaron llevar la propuesta a la CNT de Xixón, y así acabamos hablando con ellos. La idea inicial fue realizar el mural en una pared a pie de calle en la Casa del Pueblo, una pared de tres metros de altura. Durante las conversaciones donde empezamos a organizar el proyecto, surge la propuesta -algo alocada- de pintar no la pared inferior, sino toda la fachada del edificio. A pesar de que era una idea muy ambiciosa por la total falta de financiación con la que contábamos, la posibilidad de pintar un muro grande y con mucha visibilidad nos resultó una idea muy estimulante, y decidimos que -puestas a cruzar media península- queríamos hacer un proyecto potente como éste. Así pues, empezamos a estudiar las posibilidades para ejecutar la obra: por un lado, se podía hacer en grúa o, por otro, con una plataforma colgante. Dado que el edificio tiene unos 20 o 25 metros de altura, tuvimos que descartar la primera opción por el alto coste de alquiler que implicaría una grúa de estas características, así como el descalabro de tener que cortar el tráfico de la zona durante el tiempo de ejecución del mural. Esto nos dejaba con una única posibilidad, que muy rara vez utilizamos, que es trabajar colgado. Es una opción que, en primer lugar, supone un despliegue de recursos y conocimientos de los que nosotros no disponemos, aunque por suerte sí disponemos de contactos de gente que se podía hacer cargo. En segundo lugar, también trae implícito un desgaste físico bastante importante y superior a la elaboración de un mural en otras condiciones. Pero, de nuevo, al ponerlo en la balanza decidimos persistir en el proyecto.
Hablamos con Isaac, un compañero especialista en trabajos verticales, que se hace ofrecer a hacer los anclajes y todo lo necesario de la instalación; y pudimos contar también con la ayuda inestimable de Max, con más de 25 años de experiencia en trabajos de altura, que se implicó en el proyecto supervisando toda la instalación, haciendo de control y seguridad y gestionando cualquier dificultad técnica durante todos los días de ejecución de la obra.
Como es evidente, la tipología del diseño se vio totalmente condicionada por los medios en los que debíamos trabajar, por lo que nos pareció que era una muy buena opción recrear un cartel del año 1937, dado que tenía cierta simplicidad en la hora de ejecutarlo y nos permitía trabajar con tiradas verticales. Es decir, como nos movíamos con cuerdas, el planteamiento era cuadricular el mural e ir haciendo el trabajo en filas verticales de abajo a arriba de la pared. Cuando acabábamos una fila, desplazábamos todo el sistema de cuerdas unos metros más allá y hacíamos una segunda hilera, y así sucesivamente hasta completar todo el ancho de la pared. Los recursos limitados también han condicionado que optáramos por mantener el fondo de la pared tal y como estaba en lugar de pintarla con un color plano. Por lo que se refiere a la frase, para nosotros era esencial que fuera en asturiano, y también nos hemos decantado por una frase simple y corta para no condicionar el diseño excesivamente.
Dedicamos un primer día a realizar toda la instalación del sistema de seguridad y después hemos estado 5 días trabajando en jornadas de más de nueve horas trabajando colgados en la pared. Un gran condicionante ha sido no poder echar atrás: es decir, en el momento en que el artista bajaba unos metros ya no podía recular hacia arriba, ya que hacerlo implicaba bajar completamente hasta el final de la pared, volver a subir hasta lo más alto y descender de nuevo hasta el punto concreto donde se tuvieran que hacer las correcciones. Es por eso que se ha minimizado el diseño al máximo y se ha intentado ser muy práctico, limitando así los retoques solo al retrato del personaje, permitiendo otros errores menores que hemos creído que no condicionaban el resultado final de la obra. Dicen que con los condicionantes y la adversidad se agudiza el ingenio; y en este caso se ha utilizado mucho ingenio tanto para marcar una estrategia de trabajo como para poder ejecutar la obra. Por último, más que el virtuosismo pictórico, lo que ha contado ha sido la capacidad técnica para resolver los problemas con una metodología de trabajo muy adversa. Afortunadamente, a pesar de estar en Asturias, el tiempo sí nos ha acompañado y la meteorología, que era un factor que nos preocupa enormemente, no nos ha condicionado.
Dadas las condiciones de trabajo que nos han empujado a escoger esta obra, el resultado nos satisface lo suficiente para sentirnos orgullosas de haber llevado a cabo el proyecto a pesar de no tener los recursos y hacerlo de forma totalmente autónoma. Ha sido, de algún modo, una forma de ser coherentes con la filosofía anarquista, de no depender ni de subvenciones del Estado ni de ningún tipo de infraestructura externa que pudiera condicionarnos los contenidos. Paralelamente, la casa sindical en la que hemos pintado es un espacio utilizado por otros sindicatos y nos ha alegrado poder contar con la complicidad de todos los colectivos del edificio para llevar a cabo este proyecto.