La revuelta de las mujeres de 1767

Cubelles, 2023
CONTEXTO HISTÓRICO

Una colaboración de Núria Jané Orpí

El 8 de enero de 1767, un gran número de mujeres de Cubelles salió a defender su territorio ante una decisión de la Real Audiencia que consideraban injusta. Ese día los hombres se fueron del pueblo, las autoridades se escondieron y las mujeres fueron las únicas que plantaron cara a la autoridad judicial. Fue una revuelta muy transversal, con la participación de mujeres de todas las clases sociales.

El origen del conflicto

Hay constancia de la existencia del antiguo término del castillo de Cubelles el año 977, y sabemos de su extensión territorial gracias a un documento del año 999: abarcaba desde Calafell hasta la Geltrú, y desde el mar hasta Castellet, unos 60 kilómetros cuadrados. Todo parece indicar que la “Vila nova de Cubelles” (Villa nueva de Cubelles) empezó a formarse el 1232 y fue creciendo progresivamente hasta que obtuvo la carta de población el 1274. La Geltrú, por otra parte, era un dominio feudal, no quedó englobado en la jurisdicción del bailío de Cubelles hasta finales del siglo XIV.

A mediados del s. XIV, la población de Vilanova ya superaba la de Cubelles, de tal manera que el bailío real de todo el término se instaló en Vilanova. Asimismo, el número de jurados y consejeros que correspondía a Cubelles era cada vez menor, lo que provocó un gran malestar entre los cubellenses. A mitad del s. XVI, los cubellenses decidieron escoger un alcalde propio,pero los vilanovinos presentaron pleito y la iniciativa no tuvo éxito. Tras diversos intentos similares y conflictos diversos, el 5 de mayo de 1603, Cubelles presentó un pleito de separación de Vilanova, que se aprobó definitivamente el 26 de junio de 1610. La resolución determinaba que, a partir de ese momento, Cubelles tenía derecho a recaudar sus tributos y a gobernarse gracias al Real Privilegio de 1393. La segregación de los dos términos se oficializó el 2 de julio de 1611.

A partir de ese momento se inició una intensa negociación para determinar y liquidar los réditos, emolumentos, censales y otros derechos económicos abonados al castillo de la Geltrú, así como los derechos sobre los campos de pasto. Finalmente, el acuerdo llegó en diciembre de 1734, después de 131 años de litigio.

Es en este punto cuando se inicia el conflicto territorial por la disputa de los límites entre los dos términos, y que acabó con una sentencia muy desfavorable para Cubelles. Los mojones estarían situados en línea recta desde el mar a la montaña, a la altura de la capilla de Sant Antoni, casi junto a las puertas de la villa de Cubelles y a más de una hora de camino a pie desde Vilanova. Esto significaba, entre otros, la pérdida del prado del Viver o de la Escarrer, que era aprovechado de forma comunal para la siega del junco y por el pasto. El 5 de septiembre de 1766, la Real Audiencia encomendó la ejecución del acotado al alcalde mayor de Vilafranca, Domènec Capdevila de Montaner y Llonguet.

El acotado y la revuelta

A pesar de que los hechos de la revuelta sucedieron el 8 de enero de 1767, parece que, días antes, algunas mujeres se hacían eco del inminente acotado y decían que “…al pronto que vendrían para fitarlo avian de salir y echar en tierra los mojones, y assí como harían haciendo ellas hirian desaciendo”.

El 7 de enero, una comitiva judicial se presentó en Cubelles con la intención de notificar a las autoridades que al día siguiente empezaría el fitado. Eran el portero y nuncio de Vilanova, el escribano de la Real Audiencia, su secretario, el procurador de Vilanova y dos mossos d’esquadra. Así, acuden a las residencias del regidor del concejal de la vara de alcalde, de los demás concejales y del síndico procurador del Ayuntamiento. “Casualmente” no encuentran en casa ninguna de las autoridades, y las mujeres que les reciben les dan largas. Así, como el escribano de la Audiencia está “receloso de ocultación” hace quedar el portero de Vilanova en casa de Nadal, actual ca n’Aleix, para que, cuando sea de noche, intente practicar estas notificaciones. Finalmente lo consigue, pero se ve inmerso en un tenso episodio en el hostal del castillo, en el que un grupo de hombres le amenazan.

Así pues, será el 8 de enero cuando se realiza finalmente la fitación. Entre las 7 y las 8 de la mañana, las piedras y la cal necesarias para marcar los hitos están cerca de la ermita de Sant Antoni, dado que el acotado está programado para el mediodía. Ya desde primera hora de la mañana, las mujeres se reúnen para discutir abiertamente que debían hacer. Había mujeres de todas las clases sociales, jóvenes y grandes, de casas enemistadas, todas ellas unidas por un objetivo común. Una de ellas, Rosa Gassó, viuda Mallofré, que era una de las más ricas del pueblo, les dijo que “estava bien, y animándolas dixo que ella iria delante”. Según parece, a las 8 se estaba confeccionando una bandera negra, aunque esta no llegó a ser usada.

A primera hora de la mañana, las mujeres habían empezado a deshacerse de los materiales de la fitación, esparciendo la cal por los campos cercanos y llevándose las piedras. Pero fue a partir de las 10 cuando se hizo sonar el cuerno marino, un instrumento que posteriormente el propio Comisionado describirá como “sedicioso”. El cuerno acompañaba la comitiva de mujeres que a proceder a deshacerse de al menos dos de las piedras de término, la losa que indicaba el año que se había hecho y los términos que dividía, que se instalaba en los mojones. Las piedras fueron arrastradas de una punta a otra del pueblo por varias mujeres hasta ser arrojadas a la riera de Cubelles.

Las noticias llegaron rápidamente a Vilanova y a los oídos del Comisionado, quien mandó formar una comitiva de paisanos armados para desplazarse hasta Cubelles con la comitiva judicial y con las autoridades vilanovinas. La comitiva estaría formada por 12 o 14 hombres armados, 3 mossos d’esquadra, varios concejales de Vilanova, el Comisionado y algunos miembros de la Real Audiencia. Se encaminan hacia Cubelles alrededor de las 12 del mediodía y llegan al rededor de la una.

Mientras, en Cubelles los ánimos se habían ido calentando. Se escuchaban insultos contra los vilanovinos e incluso se apedreó a un niño. Las mujeres estaban reunidas frente al castillo de Cubelles, en un lugar llamado baluarte, y en ese punto se decidió que llevarían una bandera y que marcharían en comitiva hasta la ermita de Sant Antoni para esperar a las autoridades de Vilanova. La bandera era “blanca, pienso [que][que] de algodón, con una cruz de tafetán colorado, y en el simborio de la asta, una imagen de la virgen. Y la llevaban tendida y alta”. Y así “desfiló aquella multitud saliéndose de dicha plazuela o baluarte, salieron de la villa formadas […] unas tras otras, como una procesión, e iba delante la bandera […] y comprendo que pasaban de ducientas mujeres.” Cuando la comitiva llegó a la ermita, las mujeres se quedaron quietos sobre el camino real. Capitaneaba la revuelta Úrsula Marqués, esposa de Pablo León, quien llevaba la bandera; y Rosa Gassó, viuda Mallofré, quien se convertirá en la intermediaria entre las mujeres sublevadas y las autoridades judiciales.

Cuando las autoridades llegan a Cubelles, el Comisionado envía a dos mossos y el nuncio de Vilanova a buscar a los concejales de Cubelles. Al pasar entre la multitud, intentan requisar la bandera, pero no pueden y las mujeres la esconden en la ermita de Sant Antoni. A su regreso, informan que no han localizado a ningún concejal ni a ningún otro hombre en todo el pueblo más que dos o tres viejos. Entonces, el Comisionado manda que le presenten ante sí a la viuda Mallofré para parlamentar y deshacer el motín. Carles Cassaní, escribano del Ayuntamiento de Vilanova, quien era notario y conocido de la viuda Mallofré, se ofrece voluntario. Lo intenta en una primera ocasión y ella se niega. Las mujeres dicen que “ya eran perdidas […] y que tanto estimaban morir como vivir”. Tras un segundo intento en el que el notario Cassaní le suplica casi llorando, la viuda Mallofré desciende a parlamentar. El Comisionado le amenaza con que deshaga el motín o empezará a hacer detenciones. Ella lo transmite, pero el resto de mujeres se niegan. Vuelve a bajar en una segunda ocasión, momento en el que el Comisionado le amenaza con responsabilidades personales si el motín no se deshace. La viuda Mallofré lo transmite y marcha hacia adentro la villa de Cubelles. El tumulto queda medio deshecho, pero todavía hay al menos la mitad de las mujeres ante la ermita. El Comisionado manda bajar a algunas de las mujeres armadas para detenerlas, les incautan las hachas y los palos y las ponen atadas en un carro.

Ya deshecho el motín, cuando las autoridades avanzan hacia Cubelles, se presenta a Josep Pedro, marido de Francesca Escala, una de las detenidas, y les amenaza con un cuchillo despuntado a quien haya maltratado a su esposa, exigiendo su liberación. También es detenido. Por último, logran entrar en Cubelles y se personan en las casas de las autoridades y en la casa de la viuda Mallofré, pero no los localizan. Desde el baluarte del castillo ven a un hombre sospechoso en la zona del Molí de baix. Cuando los mossos se acercan, encuentran al síndico procurador “bajado, como ocultado dentro de un canyar, en la orilla de la assequia”. Y dice el mozo que “le mandé levantar, estando como estaba sentado quasi sobre la agua, ocultándose la cabeza”.

Al final del día se llevan detenidas a siete mujeres y un hombre: Úrsula Marqués (León), que era quien llevaba la bandera; las viudas Granell Maria Rovirosa y Marianna Borrell; Rosalia Ferrer (Escardón); Marina Llagostera (Cona), Maria Soler (Nin); y el matrimonio Pedro – Escala. Las seis primeras mujeres estuvieron en prisión durante dos meses. El matrimonio Pedro – Escala fue liberado a los cuatro días del encarcelamiento porque Francesca Escala estaba embarazada y con riesgo de aborto. Desgraciadamente, ese hijo no llegó a nacer. Los días subsiguientes los concejales y otras personas que habían intervenido en el motín quedaron arrestadas en el municipio.

En el proceso judicial se interrogaron a un total de 27 testigos de cargo y, a continuación, a las seis mujeres encarceladas. Por último, el 12 de marzo de 1767 se concluyen las diligencias y se determinan las penas y las multas. No hay juicio. Para el concejal de la vara de alcalde (concejal decano), 8 años de inhabilitación y 100 libras; para los otros dos concejales y el síndico procurador, 25 libras; para las dos capitanas y para Maria Soler les imponen 100 libras; para el resto de las encarceladas 10 libras; para el matrimonio Pedro – Escala, 10 libras; y para la Magdalena Batlle, suegra de Rosalia Ferrer, también 10 libras.

El 11 de enero de 1767 se acabaron de plantar los mojones de término, tal y como se había estipulado en la sentencia. Con el desarrollo de los hechos y las reacciones de los días posteriores, los vilanovenses se sintieron tan ofendidos que, en 1768, Vilanova decidió cambiar el nombre y pasar de llamarse Vilanova de Cubelles en Vilanova i la Geltrú. Con el paso de los años, la relación fue normalizándose. Finalmente, el 8 de junio de 1850 el Ayuntamiento de Vilanova aceptó las demandas cubellenses y se estableció que el nuevo límite territorial se situaría en el torrente de Santa Maria, límites todavía vigentes actualmente.

Núria Jané Orpí (El Vendrell, 1982), es licenciada en Historia por la URV y graduada en Archivística y gestión de documentos por la UAB. Ha realizado investigación e investigación dentro del proyecto «Todos los nombres» de recuperación de la memoria democrática en el Penedès (1931-1978), y ha comisariado la exposición «La Primavera Republicana en el Penedès». Ha realizado numerosos artículos de investigación histórica sobre Cubelles y sobre el Penedès. En cuanto a la actividad profesional, actualmente es archivera en el Ayuntamiento de Cubelles.

EL PROCESO DE TRABAJO

Este ha sido un proyecto que ha contenido muchos retos diversos: técnicos, prácticos y creativos. Algunos los hemos intuido desde el principio, cuando recibíamos la propuesta, y el resto nos los hemos ido encontrando y los hemos tenido que ir sorteando. El primer reto ha sido trabajar sobre una temática de la que no existe registro fotográfico por su antigüedad. Es un tema que ya nos encontramos con las revueltas remensas y, gracias a esta experiencia previa, hemos podido seguir los mismos recursos para resolverlo. A la hora de generar imágenes e impostar, por un lado, nos hemos basado en todo tipo de películas y recreaciones de la edad media, así como en fotografías de recreaciones de esta época. Hemos tenido que abrir mucho el foco y en algunos casos hemos utilizado desde figuritas de cerámica hasta fotografías más recientes que creíamos que, modificándolas un poco, podíamos adecuarlas y hacerlas coherentes con la época con la que estamos trabajando. También nos ha ayudado mucho en este sentido los artículos con ilustraciones que hemos encontrado de los distintos personajes que intervinieron en este episodio.

Otro reto, más técnico, nos lo ha causado las características de la pared. Esta coge esquina, por tanto, divide el muro en dos. Además, contiene un ventanal y un trozo de pared en el que no teníamos que intervenir. Por último, el hormigón tiene un relieve que nos ha resultado de mucha complejidad. Todo esto nos ha llevado a hacer una composición de varias imágenes para aprovechar cada uno de los paneles naturales que generaba esta distribución arquitectónica y, de esta forma, intentar narrar varios elementos que configuran la historia de las revueltas. Por otro lado, al no pintar todo el edificio, hemos querido conservar el color natural. Por eso hemos hecho la intervención con una gama de ocres, elegida para aportarle esta apariencia de antigüedad, pero dejando al mismo tiempo que el color de la pared se mantuviera y formara parte así de la ilustración para integrar esta pintura mural en el conjunto del edificio.

Y, finalmente, este relieve que tiene la pared con una especie de hojas de bambú ha sido un reto que nos ha dado mucho trabajo y ha supuesto dedicarle mucho más tiempo y material de lo que habíamos calculado, así como un desgaste físico y mental la hora de llevarlo a cabo. También nos ha dificultado la capacidad de realizar detalles en las obras, ya que estos relieves nos impedían dibujar líneas rectas o hacer precisiones muy cuidadosas. Por este motivo, también vemos que los personajes que están trabajados a mayor escala, como son las dos mujeres de la pared de la derecha, han tenido mucha más posibilidad de detalle. Esto se debe a que, a medida que íbamos haciendo más pequeño el diseño, el impacto que suponía para nosotros el relieve de la pared era mayor y nos comportaba más dificultades.

Por último, y no menos importante, ha sido uno de esos proyectos cuya producción ha sido complicada para que las características del terreno, es decir, que tuviéramos un ajardinamiento al pie del muro y que una de las calles estuviera en una doble inclinación (de la calle de arriba abajo y de la pared hacia la calzada), ha hecho que tuviéramos que utilizar hasta tres grúas diferentes para acceder a todos los elementos ya todas las partes que debíamos intervenir. Añadido a esto, a la hora de intervenir en la parte más alta de la pared ha coincidido con unos días con un temporal de viento con ráfagas muy fuertes, justamente cuando debíamos tener la máquina desplegada en toda su altura. Este hecho nos ha obligado a detener el trabajo ya realizar una pausa porque considerábamos que no se daban las condiciones necesarias para trabajar tranquilamente y sin riesgos. Hemos aprovechado para hacer este paro durante la Semana Santa y al volver, con una máquina diferente y más ajustada a las características, y una climatología más favorable, finalmente hemos podido terminar la intervención. Así pues, ha sido un proyecto que se ha dilatado más de lo que esperábamos, pero que ya está terminado y ha sido un placer llevarlo a cabo.

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